He vivido durante algunos años consecutivos los daños colaterales que implica la celebración de la archifamosa gymkahana muy cerquita de donde resido. Como me considero un ciudadano comprometido con las necesidades de promoción y desarrollo de mi ciudad, entiendo que ciertos eventos constituyen una parte fundamental de los atractivos que Jerez aporta a los moteros durante ese fin de semana, y no soy partidario por tanto de su eliminación total, ya que entiendo que los beneficios para Jerez son muchos más que sus perjuicios y hay que entender el sacrificio de algunas razones, aunque sólo hasta cierto punto. No obstante, me he sentido realmente indignado cuando he tenido conocimiento por los medios de comunicación de que algunas delegaciones del Ayuntamiento, todas ellas controladas por el mismo partido, aprovechan el periodo vacacional para hacer pública su intención de trasladar la jaula a otra zona, pasándole el problema a otros ciudadanos, pero sin eliminarlo tampoco completamente de nuestro ámbito.

En primer lugar, me permito cuestionar las formas: principios de julio, curiosamente, con dos meses por delante de ciudad casi vacía y tiempo para que los vecinos mastiquen su enfado individualmente. No quiero acordarme de quién era el personaje que imponía sus leyes laborales siempre cuando se iniciaba el estío, con alevosa intención. En segundo lugar, lo menos que cabe pedirle a nuestros gobernantes, y más en un tema que ha implicado mucho revuelo vecinal, es que tengan la deferencia de informar a los colectivos afectados antes de tomar decisiones que afectan, de una u otra manera, a buena parte de la ciudadanía.

Sinceramente, muchas veces da la impresión de que viven en otro planeta: no creo que sea pedirles demasiado que trasladen la dichosa jaula a un paraje donde no haya residentes cercanos. Jerez está lleno de esas áreas. Pero claro, hay que ponerse a pensas y eso, a veces, resulta tan, tan complicado.

Jesús Montero Martín. Jerez