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Viernes, 7 de julio de 2006
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El ser humano es fascinante. A lo largo de la historia, con su evolución, ha conseguido mejorar su bienestar, su comodidad, su calidad de vida. El desarrollo de la ciencia y la tecnología tiene efectos, por lo general, muy positivos. Así se ha conseguido prever la meteorología con cierta exactitud y se está cerca de conocer cuándo se producirán terremotos y maremotos. Anticiparse a los efectos de la naturaleza cuando esta se desata es esencial para reducir los daños, la pérdida de vidas. Las catástrofes naturales son fortuitas, casuales, pero aún así se intenta su predicción. Cuando ocurre una catástrofe no provocada por el viento, el mar o las sacudidas terrestres, hablamos de terrorismo o de accidente y en ambos casos tiene que ver el factor humano como protagonista.

¿Se pueden evitar los atentados terroristas? Francamente creo que no. Estamos vendidos ante la demencia de un terrorista o un psicópata. No podemos ir con una armadura todo el día y además de poco nos serviría. Cualquiera puede provocar una tragedia si se lo propone. Es cuestión de azar que te cruces en el camino de un loco.

¿Se pueden evitar los accidentes? Los accidentes son un cúmulo de circunstancias que pueden ser fortuitas o no. Cuando ocurre una tragedia como la de Valencia todo son lamentos y condolencias. Se buscan las causas rápidamente. Las autoridades quieren dar a los ciudadanos una explicación cuanto antes. Y en este caso se han dado prisa. En menos de 24 horas ya hablan de velocidad excesiva, el doble de la permitida en el tramo donde ocurrió el siniestro, y especulan sobre un «posible desvanecimiento» del maquinista. Será una segunda autopsia la que podría determinar si esta persona sufrió un desmayo o no antes del descarrilamiento. Sus compañeros se han apresurado a defender la «profesionalidad» y «capacidad» del maquinista.

A todos nos afecta la dimensión de esta catástrofe pero también nos afecta creer que lo ocurrido, quizá, tal vez, podría haberse evitado. He oído a usuarios del metro siniestrado hablando de las pésimas condiciones de los vagones y he oído a sindicalistas y administración hablar de medidas de seguridad mejorables. El día después, para tranquilizar a la gente, responsables del metro de Madrid aclaraban que sus sistemas de seguridad hacen imposible una tragedia como la de Valencia. Si esto es así, ¿por qué no tenía este mismo sistema u otro de igual eficacia el metro valenciano? ¿tendrá algo que ver la cuestión económica? Que paradoja sería que se escatimara dinero en la seguridad de los transportes públicos y que se derroche por la visita del último Papa de la Iglesia Católica. El transporte es para todos, sin distinción de sexo, raza, condición o religión. El Papa es la cabeza visible de una confesión, nada más.

Tras la catástrofe tristeza y pesar pero también debería haber responsabilidades. Supongo que se llegarán a conocer todas las causas que concurrieron en el descarrilamiento. Y si como parece, las medidas de seguridad no eran las suficientes para evitar un siniestro de estas dimensiones, confío en que se reclame la responsabilidad de alguien. Pero que alguien dimitiera, asumiera culpas, no serviría, siquiera, de triste consuelo para los familiares de los 41 fallecidos en el metro. Posiblemente a ellos les convenga creer que fue un accidente fortuito, casual y por lo tanto inevitable. El azar, a veces negro, quiso que fueran esas y no otras las personas que tenían que ir en ese tren. Pero estoy convencido de que todos ellos se harán hoy y mañana la misma pregunta: ¿podía haberse evitado?



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