Por movilidad, viveza, prontitud y nobleza destacaron dos de los seis novillos de Miranda y los dos entraron juntos en el lote de Oliva Soto, que es sevillano de Camas y de dinastía de toreros gitanos. El segundo de corrida, crudo del caballo y venido arriba en banderillas, sacó muchos y buenos pies. De francas intenciones a pesar de haberse llevado por delante en banderillas al tercero de cuadrilla, Pedro Muriel. Dos cogidas en dos tiempos. Sin consecuencias. La segunda fue fea. El quinto, que salió muy berreón, se vino a la muleta con noble alegría. Sin dejar de berrear.
Por los dos toros apostó Oliva Soto. En el primer turno, un airoso dibujo en el saludo de capa tradicional, pero mejor el dibujo que el compás; con la muleta, figura compuesta, asiento desigual. Dos notas dudosas: demasiados muletazos despegados y, cuando no tan despegados, demasiado rápidos. Cuando le pesó el novillo, lo escupió. Es novillero nuevo, pero en ese turno del debut pareció más puesto. Por la manera de resolver, de andar y hasta de codillear. Porque codillea con el brazo que no lleva la muleta sino con el que queda libre. Por lo demás, quedó claro que sabe torear de salón, y bastante bien.
Pese a que fue faena bien tramada, no caló lo suficiente. Tal vez por su exceso de velocidad. Como la estocada fue ladeada y perpendicular, tuvo muerte lenta el toro. Se enfrió la gente. Al mugidor quinto lo paró con lances forzados pero de interés: muy tieso el talle, tensos los brazos, metido el torero para dentro. Un apunte de temple. Del cual hubo segunda visión enseguida y después: tras brindar al gran Manolo Cortés, que lo acompaña siempre, Oliva Soto de plantó de rodillas y de rodillas se dejó llegar al toro, y lo pasó, llevó y sacó con limpieza. Un buen tanto. Pero no llegó a armarse la faena. Por razones casi idénticas a las de antes: desahogo en el ajuste, agitación en los muletazos de mejor encaje. Aire de toreo ligero. Esta vez entró la espada no por el hoyo de las agujas exactamente pero no muy lejos y fue casi fulminante. En el embroque perdió Oliva Soto la flámula. Una oreja. Se la ganó por todo un poco.
Excelente
En los dos toros de Oliva Soto salió a quitar en su turno y a la verónica el nuevo Ángel Teruel. Los dos quites fueron excelentes. En calidades taurinas, lo mejor de la corrida. Teruel, con los riñones metidos y los pies posados, los brazos fundidos con el capote como si no le pesara en las manos, y un dibujo rabiosamente templado, muy bello. Tres lances y media en el segundo toro. Otros tantos en el quinto, y esta vez con empaque sorprendente. El capote de Teruel se vio también en los toros propios, pero no tan deslumbrantemente. Muy intencionados y a compás los lances a pies juntos para desengañar al sexto, que fue el de peor nota de la corrida. De exquisita firmeza y manos bajas los que dejaron toreado desde el primer recibo al tercero. Que un novillero sea capaz de firmar tantas cosas tan bonitas con el capote en una sola tarde no es común. Caro el detalle. Inesperado por todo.
Teruel toreó de muleta con calma clasicista y gusto bueno al tercero con la mano derecha: el engaño por delante, ligazón en el sitio, la distancia exacta, temple llamativo. Pero no con la mano izquierda. Por no tocar al toro, se lo encontró casi debajo, y, sorprendido, desconfió. En el remate de faena, breve y buena, hubo dos o tres recortes preciosos. Pero con la plaza a favor, Teruel atravesó al toro y luego le pegó hasta cinco pinchazos. Al séptimo intento cobró gran estocada. Pero no contó.
Con el último de corrida, de corto viaje y tendencia a apoyarse en las manos, Teruel volvió a estar distinguido con la mano derecha, y a templarse bien pese a soplar viento, pero se le fueron los pies cuando intentó atreverse por la otra mano. La estocada, al segundo intento, fue también notable. La novillada se había ido de hora, hacía fresco, ya era de noche, no hubo reclamo popular. Pero interesa ese torero, que es de escuela buena.
Junto a dos toreros nuevos de tan distinto corto, el valenciano David Esteve pareció torero de oficio. O no tanto, porque con el capote se atraganta. Machacón como los toreros de oficio, sin prisa por terminar ni ponerse, generoso en el esfuerzo, trabajador de honradez incuestionable. Sí, pero al aire de un primero mansito que le sorprendió sin técnica cuando repuso por flojo; y al aire de un cuarto borricote y mal lidiado, que tuvo sus pases por la mano izquierda. Y alguno le pegó Esteve. Torero que abusa de los desplantes pero sin terminar de desplantarse. Un poco desordenado.