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Jueves, 6 de julio de 2006
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OPINIÓN
TRIBUNA
El baile y la boda de Luis Alonso vuelven a escena
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Desde hace unos años el mundo del teatro ha dado un giro importante a la hora de poner en valor nuestros clásicos, desde Lope de Vega a Calderón, de Moratín a Ramón de la Cruz. Porque el teatro es fundamentalmente entretenimiento y comunicación, pero siempre desde una perspectiva actual, moderna, que sin dejar de lado la tradición, supiera leer en esos textos antiguos sus elementos más eficaces desde el punto de vista teatral. Esto es lo que podemos ver, precisamente, en estos días en el Teatro de La Zarzuela, gracias al sugestivo montaje, lleno de color y vida, que Santiago Sánchez ha pensado como su lectura de El baile y la boda de Luis Alonso, un espectáculo con el que además se rinde un merecido homenaje a José Tamayo. Y como centro de todo este peculiar espectáculo musical se sitúa el Cádiz del siglo XIX, gracias también a la transformación del Teatro de La Zarzuela en un café-cantante gaditano de mediados de siglo, en el que en algunas ocasiones se podrá ver y escuchar la voz y el arte de Chano Lobato. Pero vayamos por parte.

Javier de Burgos había creado el personaje de Luis Alonso pensado en el cómico Julián Romea Parra, que ya había interpretado el papel de un gitano viejo en su zarzuela galdosiana Trafalgar. Poco después, Gerónimo Giménez en 1896 añadiría la música al sainete pensando en las posibilidades que le ofrecía el texto y, particularmente, el tipo recreado por el actor. El éxito de la obra anima a autor, compositor y actor a escribir e interpretar una tercera pieza original con aquellos mismos personajes y ambientes gaditanos, dándose así una nueva ocasión Romea para lucir la extraordinaria creación que había hecho del que fue célebre gitano profesor de baile en Cádiz. Éste es el origen de El mundo comedia es o El Baile de Luis Alonso (1890) y La Boda de Luis Alonso o La Noche del Encierro (1897).

El primero de estos sainetes se estrena en el Teatro Español, de Madrid, la noche del 14 de diciembre de 1889, como un simple fin de fiesta del drama Lo sublime en lo vulgar de Echegaray. El papel del maestro de baile Luis Alonso ya lo interpretaba Julián Roma. Poco después, con la música de Gerónimo Giménez, la obra se estrenará tal y como la conocemos en la actualidad, en el Teatro de La Zarzuela el 27 de febrero de 1896. Por entonces, Romea ya había formado su propia compañía de género chico en el Teatro de La Zarzuela. El éxito continuará con La Boda de Luis Alonso o La Noche del Encierro, cuando sube al escenario del Teatro de La Zarzuela en la segunda sección del 27 de enero de 1897. La escenografía corrió a cargo del prestigioso Muriel. Así nacía la famosa y popular mini-saga de Luis Alonso.

Pero ¿qué puede ver el público de ahora en estas obras? ¿Cuáles son las claves de su nuevo éxito? ¿Qué elementos despiertan el aplauso unánime de público y crítica?

Para empezar hay que detenerse en la fuerte pervivencia costumbrista que, en el caso de los sainetes de Javier de Burgos, constituye una de sus herramientas teatrales más eficaces, que le dieron fama y dinero, y lo catapultaron como uno de los grandes autores del teatro cómico en el último tercio del siglo XIX, especializado en el género andaluz, cuya iconografía flamenca conocía y dominaba sin problemas, al igual que sucedía con Giménez y Romea. Y es esta iconografía flamenca la que se sitúa en la primera línea del nuevo espectáculo, especialmente con las cantaoras Rosario La Tremendita y Johana Jiménez, y, mucho más, con el baile de Primitivo Daza. Todo ello magníficamente arropado por Luis Álvarez (Luis Alonso), María Maciá (María Jesús), y el resto de actores, cantantes, músicos y cuerpo de baile, bajo la dirección musical del prestigioso Miguel Roa.

El empeño de Luis Olmos, hombre de teatro donde los haya, al frente de La Zarzuela, ha logrado actualizar y dar calidad, y mucha, al desprestigiado género chico, donde la intervención del director de L´Om Imprebís ha dado el resultado esperado: un espectáculo musical respetuoso con los textos, pero lleno de vida, y tremendamente «de aquí y de ahora», donde se demuestran las calidades de un teatro que forma parte indiscutible de nuestra mejor herencia cultural junto con Lope, Tirso, Calderón, Valle-Inlclán, Lorca o Buero Vallejo.

El Teatro de la Zarzuela está lleno estos días de Cádiz, de música, flamenco y teatro, gracias al género chico. Lástima que no hayamos visto este espectáculo en la próxima programación del Falla. Para una ciudad que dice ser la capital del teatro y de la música, y tiene importantes citas nacionales e internacionales en el Festival Iberoamericano de Teatro y el Festival de Música Española, no deja de ser una ausencia muy «curiosa». Ésa es nuestra realidad. Yo me quedo con el café-cantante gaditano de Madrid.



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