En sus primeros y ponderados comentarios sobre la crisis de los misiles planteada por Corea del Norte, el presidente de EE. UU., George W. Bush, recalcó que con estas acciones, el régimen estalinista heredado por Kim Jong Il sólo está consiguiendo «aislarse a sí mismo todavía más» para desgracia de su pueblo. Aunque la Casa Blanca ha encontrado consuelo en el comprobado fallo del misil Taepodong-2 -que habría sido capaz de mantener su trayectoria de largo alcance durante tan solo 42 segundos-, Bush insistió en que continúa siendo una prioridad lograr que Pyongyang abandone su programa nuclear.

Comedido

Con un tono visiblemente comedido, sin caer en la retórica de advertencias y amenazas utilizada durante los meses previos a la invasión de Irak, el ocupante del Despacho Oval planteó de forma conciliadora que «el Gobierno de Corea del Norte puede unirse a la comunidad de naciones, actuando en concierto con aquellos de nosotros que creemos que no debe proyectar armas nucleares y que existe un camino positivo para el pueblo norcoreano y sus responsables políticos».

La Administración Bush ha presentado la salva de misiles lanzada entre el martes y el miércoles hacia el mar de Japón como un acto provocativo pero que no ha llegado a plantear una amenaza militar directa para EE. UU. Dejando claro que esta crisis es un problema de toda la comunidad internacional, pese a los intentos del régimen de Kim Jong Il para llamar la atención y negociar de igual a igual con Bush.

A juicio de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, la condena internacional generada por la beligerancia de Corea del Norte demuestra que no se trata de una cuestión que concierne exclusivamente al gigante americano.