Cuánto se sufre con el amor! Puede que este desconcertante sentimiento me haya hecho pasar los mejores días de mi vida, pero lo que tengo claro es que por su culpa he sufrido los peores de mi existencia. La experiencia me aconsejaba no caer en el cariño. Incluso aquellos que me querían y que habían pasado por peores tragos que el mío, me avisaban del riesgo que corría. Y es que sólo los más apasionados optimistas aplaudían que abriera mi corazón. Al principio ni tan siquiera se me pasaba por la cabeza, pero con los días me iba creando cierto temor, pues en lo más profundo de mi ser crecía la incertidumbre. «Casi mejor ni mirarla» pensaba a la vez que se hacía mayor el miedo a caer en la tentación.
La violencia del amor a primera vista me destrozó. Una flecha, un corazón y mucha sangre, provocaron el idilio. Con cuatro pasos le bastaron. No puede evitar esperar tras la esquina su paso. Sabía que estaría allí, y pese a todo, quise verla. Nunca antes la había visto tan bonita. Todas las murallas se desmoronaron y a las primeras de cambio me sentía lelamente enamorado.
El segundo día fue casi mejor. Los encontronazos iniciales ante la prematura falta de confianza, dieron paso a un apasionado tiqui-taca. Amor que me hacía mucho más felices los días que pasaba con ella, y que me carcomía de impaciencia las jornadas en las que no podía verla. De repente todo acabó. El martes fue el fatídico día, pues tuve que sucumbir ante aquellos que me gritaban que se repetiría la historia. Mi amor por la selección volvió a romperse, pues justo cuando más la quería me volvió a dejarme tirado. Francia me bajó a la tierra y partió todas las ilusiones así como mi apasionado amor por La Roja.