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Lunes, 26 de junio de 2006
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El apoyo inquebrantable de la familia
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«Mi mujer estaba hecha una brava», explica Sebastián, sin poder ocultar su orgullo altivo, inmutable, por el comportamiento de su compañera. Jamás olvidará el día que los sacaron del penal de San Fernando. «Custodiados por la Guardia Civil, a punta de mosquete, esposados y atados a unas columnas que había dentro de los furgones, como a terroristas», relata. A las puertas, se encontró con que su mujer había convocado una concentración de apoyo, frente a la plaza de abastos, que aplaudían y gritaban sus nombres. «Nunca me pidió que abandonara la lucha, porque ya antes de casarnos habíamos hablado largo y tendido de las consecuencias que podían traer mi compromiso, a ella y a su familia». Aquello le ayudó a que su fe no le fallara «ni siquiera en la zozobra, en las noches oscuras, cuando se te apaga la luz y no ves claro, pero luego vuelves a contagiarte de los valores, los gestos y las actitudes de los compañeros». En el caso de Manuel Romero y de José María Gaitero, sus esposas, jamás le pidieron que abandonaran la lucha. «Hubiera sido traicionarnos», coinciden. En el caso de Romero, entró en la cárcel con su mujer embarazada de su primer hijo.



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