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Domingo, 25 de junio de 2006
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No hace falta ni encuesta del CIS, ni listas del INEM, ni población activa ni leches. Quien quiera conocer la realidad del mercado laboral de la provincia con más paro de Europa puede acercarse hoy a alguno de los institutos de Cádiz donde miles de licenciados, hijos putativos de un estéril sistema universitario que no hace sino lanzar al mundo futuros consumidores de antidepresivos, se enfrentan al sueño de la paga eterna como profesor de Secundaria. Cara a cara con sus frustraciones, mientras ustedes leen estas líneas, ellos cantan los temas más importantes de sus vidas. Los más afortunados anhelan dejar atrás trabajos donde en la mayoría de los casos, la mención de la palabra contrato, y no digamos el adjetivo indefinido, provoca ataques de hilaridad en sus jefes. Pero muchos, casi todos, provienen del largo desierto del desempleo, terca realidad que no se puede ocultar con la sonrisa vacía de nuestros consejeros y consejeras, ministros y ministras, políticos y políticas paritarias y no excluyentes. Pero como le decía Sean Connery a Christopher Lambert, only can be one. La teta de la Junta no da para amparar todo el fruto de su fracasada política laboral, que si se la han transferido, es para asumir responsabilidades y no sólo para poner la mano a papá-Estado. Como dice socarronamente un amigo aragonés, «hay que desconfiar de un lugar donde hay más anuncios de academias de opositores que ofertas de trabajo». Fíjense en su alrededor, mientras cargan con las sombrillas, y repítanse cual letanía laica, que «Andalucía se crece». A base de oposiciones, claro.



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