Pío Baroja, uno de nuestros mejores escritores, también pasó por Jerez. Esto ocurría en la segunda semana del mes de abril del año 1903, con motivo de acompañar, junto a otros periodistas, a la comitiva oficial encabezada por el político Rafael Gasset que se dirigía en tren a la ciudad con motivo de dar un mitin para la construcción del pantano de Guadalcacín.
El escritor vasco, que contaba con unos treinta años de edad por aquel entonces, vino como corresponsal del diario madrileño El Globo para cubrir los actos oficiales que iban a tener lugar en la ciudad para promover la construcción del pantano, una obra de gran envergadura y que brindaba enormes posibilidades para la agricultura en crisis por aquella época.
Era un período convulso y duro en esta parte de Andalucía, acentuado por la pérdida de la últimas colonias y los estragos provocados por la filoxera en la vid. En esos años, otros intelectuales, preocupados por la situación andaluza, también pasarían por Jerez como Blasco Ibáñez, en 1902 y 1904, que escribiría La bodega (1905), y Azorín, en 1904, que recogería sus impresiones en una serie de artículos para El Imparcial: La Andalucía trágica. Ambos dejarían su firma en sendas botas de vino, el primero en González Byass, el segundo el Domecq.
A estos habría que sumar José María de Pereda, que en 1904 y por motivos puramente familiares, se alojaba en casa de su hija, María, casada con el bodeguero jerezano Enrique Rivero.
Junto al escritor vasco venía su amigo, en aquel período, Ramiro de Maeztu, delegado por el Diario Universal de Madrid. El desarrollo de estos actos se pueden seguir en el periódico local de El Guadalete así como en los anteriormente mencionados.
De una manera más anecdótica y simpática Baroja describe esta visita a Jerez, donde vivían unos parientes por parte de madre, los Goñi, en su libro primero de Memorias.
En una de esas reseñas recogidas en El Globo el día 13 de abril se puede leer: «Por la tarde visitamos las bodegas de González Byass, donde fuimos obsequiados con un espléndido lunch. Hubo discursos». Y un poco más adelante comenta la visita que realizó al Museo de arte que había en los Claustros de Santo Domingo: «Hemos visitado el museo del marqués de Bonanza. La instalación es admirable. Hay cuadros excelentes».
Parece ser que Pío Baroja no olvidó los paisajes de Jerez y la zona cuando en su novela de aventuras marinas, Las Inquietudes de Shanti Andía, escrita en 1911, nos describe la Bahía de Cádiz: «...Chipiona brillando al sol con sus caseríos; luego la costa baja formando arenales rojizos hasta el Puerto de Santa María, y en el fondo, los montes de Jerez y de Grazalema, violáceos al anochecer, con una línea recortada y extraña en el horizonte».