En realidad nos gusta pasar calor. Nos cuesta reconocerlo a boca llena, pero interiormente todos estamos deseando que el termómetro supere los cuarenta grados y podamos quejarnos con argumentos. «¿Dios, más de cuarenta grados!».
Nuestra soberbia llega a tales extremos que incluso nos da coraje que en otras ciudades pasen más calor que nosotros. «¿Qué en Sevilla han llegado a los cuarenta y ocho grados? Bueno, bueno eso habría que verlo. Seguro que el termómetro donde lo miraste estaba a pleno sol a las cuatro de la tarde». Es decir, exactamente la misma ubicación y la misma hora a la que todos lo miramos y le incrementamos algún que otro gradillo para parecer más mártires aún. Y es que a exagerados, pocos nos ganan, y cuando se trata de calor, intentamos que nadie nos supere.
Pero independientemente de la frivolidad, de la soberbia o de la anécdota, la ola de calor que llega cada mes de junio tiene su peligro y no estaría mal tener en cuenta las indicaciones que difunden desde la consejería de Salud.
Pueden parecer ridículos esos consejos de llevar la ropa ancha, beber mucho líquido, o comer más fruta o verdura de lo habitual. Nadie se morirá por llevar una camiseta ajustada. Obviamente un joven de veinte años no, pero parece bastante acertado que Salud controle a 1.500 jerezanos que estén bajo riesgo real de sufrir problemas por el calor.
De cualquier manera, y siempre con la boca pequeña -vaya ser que pase alguna desgracia-, yo seguiré haciéndome el mártir y exagerando con la temperatura.