Los hijos de los toreros en otros tiempos famosos están copando el escalafón novilleril, unos con más méritos que otros. En general no están haciendo mal papel, aunque ninguno ha roto, como suele decirse, cuando se adivina en él una extraordinaria proyección.
Algo muy bueno es que hasta ahora han procurado estar al margen de las exclusivas de los medios rosas, una actitud que les honra máxime cuando alguno de ellos ha tenido parientes muy cercanos que han vivido de la sopa boba.
Lo bueno es que en todos se adivina la intención de querer ejercer la profesión de torero con todas sus consecuencias. Otra cosa es las administraciones de cada uno, generalmente equivocadas por los cuidados y mimos en exceso que ponen en la confección de carteles. Procuran repartirse el pastel entre ellos, aunque de vez en cuando tienen que dar paso a algún local, como ocurrió ayer en Alicante. Y ese es el peligro que corren.
Ayer entró en el cartel el local Eugenio Pérez. Su padre se quedó en una frustrada carrera de rejoneador. Su hermano Antonio anda todavía queriendo abrirse paso como matador, difícil sueño cuando se tienen que superar desprecios como el de quedarse fuera de esta feria cuando en otras plazas, sigue abriéndose camino a dentelladas.
El tal Eugenio Pérez se ha encontrado con una novillada muy a modo supuestamente preparada para Benítez y Cayetano. Porque los novillos de Santiago Domecq eran fundamentalmente eso, fáciles. La suerte también de que dentro del buen conjunto, los dos mejores han ido a parar a las manos del novillero de la tierra.
La necesidad misma que tiene de torear este Eugenio Pérez le lleva a veces a practicar un toreo poco refinado, cosa que podrá corregir con el paso del tiempo y el oficio, si es que es capaz de seguir ganándose oportunidades, y se las dan. Pero intenta hacer las cosas despacio y quedándose muy quieto, dos premisas fundamentales para adivinar su buena proyección. El gusto también le sale a veces. Lo tiene casi todo para funcionar como torero importante.
Novillos aparentes
Sus dos novillos, bastante más aparentes de lo que suele ser habitual en este tipo de festejos, aportaron también lo suyo. Es cierto que Eugenio Pérez tuvo el santo de cara, aunque la suerte le llegó porque salió él a buscarla con mucha verdad, con un alto sentido de la torería que incluye afición y entrega. Los conceptos de asiento, aplomo, firmeza, reposo... los conjuga pero que muy bien. Ese es el camino. Ahora hace falta que su carrera encuentre también respaldo en los despachos.
Pérez salió a hombros, y a pie lo hicieron Benítez y Cayetano, éste último con corte de una oreja. Cada uno de los dos tuvo un novillo bueno y otro no tanto. El primero de Benítez apenas aportó para un proyecto de arrimón sincero, que, sin embargo, no encontró suficiente eco por el mal manejo de la espada.
Y en el cuarto, en el que anduvo con altibajos, mejor por la derecha, tuvo el mismo contratiempo de la espada. Por cierto que Benítez andaba ayer muy mermado de facultades a causa de la voltereta que sufrió hace dos domingos en la plaza de Barcelona. Le tuvieron que infiltrar para amortiguar el fuerte dolor. Pero se notaba que la inyección no fue suficiente.
Cayetano cuajó una faena toreando con estética pero sin estrecheces. Lo mejor, por el pitón derecho. El sexto fue novillo muy mermado que apenas podía con su sombra. Cayetano anduvo de nuevo por la variante, y sin espada.