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Miércoles, 21 de junio de 2006
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CULTURA
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«Era generosa a manos llenas»
Chipiona combate el dolor con recuerdos cariñosos y agradecidos de aquella niña de voz privilegiada que cantaba por las calles desde que era la hija del zapatero
«Era generosa a  manos llenas»
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En honor a Rocío

Tradición en la familia Mohedano
Operarios municipales blanqueaban y limpiaban la pasada semana el monumento a la

chipionera, junto al muelle deportivo de la localidad que lleva su nombre, como una avenida. Cada 8 de septiembre, toda la familia de Rocío Jurado se reunía en Chipiona para asistir a la

procesión de la Virgen de Regla, la Patrona de la localidad a la que la artista veneraba.

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Chipiona no es hoy la alegre localidad costera de siempre. No puede serlo. La noticia de la muerte de Rocío (porque allí, cuando se la menciona, no tiene apellido) cayó co-mo una losa sobre su pueblo, sobre los vecinos que han jugado con ella en la calle Larga y sobre las paredes que la escuchaban cantiñear cuando era sólo una niña.

Como Margarita Sace, que a sus 80 años recuerda perfectamente cuando la cría se iba a su casa a jugar con sus hijas porque la familia Pililla, como se conoce en Chipiona a la rama de los Jurado, vivía en la puerta de al lado.

Muchas tardes ha pasado Rocío Jurado bañando a alguno de los nueve hijos de Margarita, echándole una buena mano a los vecinos, como se hacía antes: «Ella estuvo presente en el parto de uno de mis hijos y fue la primera que lo cogió en brazos», asegura.

También Luisa Zamora, a la que todos conocen en el pueblo co-mo Luisita la de Vito, la recuerda cuando era niña: «Pasaba por la puerta de mi casa y se ofrecía para llevar al colegio a mi hija que en-tonces tenía dos o tres años». Luisa recuerda incluso cuando Rocío nació: «Era un bebé precioso, con el pelo rizado». Fue un 18 de septiembre de 1944 en una casa alquilada con la puerta ancha para el paso de los carros de los trabajadores. Su madre, Rosario Jurado también tenía arte en las venas: «Cantaba muy bien y era incluso más guapa que su hija», explica.

Su padre, Fernando Mohedano, murió cuando la joven artista era apenas una adolescente. Su profesión era la de zapatero y tenía el taller en la calle Cemento. Hacía botos para el trabajo del campo y muy buenos, de piel de cabra: «Mi marido siempre decía que eran los mejores que había tenido nunca», asegura. «Rocío se reunía con un grupito de amigas en la esquina de la calle Isaac Peral y siempre acababa cantando», recuerdan sus antiguas vecinas.

A aquella niña también la llamaban Rociíto cuando era joven, antes de ser famosa y marcharse a Madrid a trabajar al tablao del Gitanillo de Triana. Todo el pueblo la conocía ya. Uno de los que más le ayudó en sus primeros pa-sos fue Ricardo Naval, el del bar Tani, que la acompañó a la capital y le presentó a amigos influyentes del mundo del espectáculo. Ella ganó su primer premio en 1958 en un concurso de Radio Sevilla que se celebró en el teatro Álvarez Quintero de la capital hispalense. Como premio recibió 200 pesetas, una botella de gaseosa y un par de medias.

Fueron sólo los comienzos. Cuando su nombre sonaba ya en la canción «se hablaba mucho del éxito de Rocío en Chipiona, con orgullo». Ella siempre ha mantenido contacto con su pueblo. Marina Bodallés era aquella niña a la que Rocío llevaba al colegio de la mano: «El día que se estrenó su primera película en Chipiona, Los Guerrilleros, se montó una cola en la puerta del antiguo cine Ballester como nunca se había visto antes en nuestro pueblo».

Fue en 1963 y la película se mantuvo en cartel durante mucho tiempo, al igual que el resto de sus incursiones en el celuloide por aquella época, como En Andalucía nació el amor (1966), Proceso a una estrella (1966), Una chica casi decente (1971), La Querida (1976) o La Lola se va a los puertos (1993), donde además interpretaba las canciones de la banda sonora. El director Carlos Saura contó con ella para su película Flamenco (1995).

Y llegó el éxito

El éxito de Rocío Jurado atravesó fronteras en poco tiempo aunque no todo fue un camino de rosas en aquella época: «Cuando venía de Madrid llegaba llorando porque al principio lo pasó muy mal», explican sus vecinas. Pero a pesar de los pesares, Chipiona tenía a una de sus hijas paseando el nombre de su pueblo, a gala, por todo el mundo. Pero no sólo tuvo buenas palabras para su gente sino también buenos gestos, por ejemplo, actuó muchas veces en la Fiesta del Moscatel y nunca cobró nada. «Era generosa a manos llenas», afirman categóricamente sus vecinos.

Marina recuerda especialmente una ocasión: «Fue la madrina de la Cabalgata de Reyes hace unos veintitantos años y en vez de tres carrozas salieron cuatro: la de Melchor, Gaspar, Baltasar y la de Rocío Jurado», explica entre risas. «Pero se portó muy bien, gastó una fortuna en regalos para todos los niños de Chipiona. Ninguno se quedó sin Reyes ese año. Después de repartir los regalos en el centro, se fue al Sanatorio de San Carlos a llevárselos personalmente a los pequeños que estaban ingresados».

En 1993, Chipiona le rindió un homenaje con la instalación de un estatua suya junto al moderno muelle deportivo, al final de la avenida que también lleva su nombre. También está pendiente que el Ayuntamiento le otorgue el título de Hija Predilecta, que se retrasó debido a la enfermedad de la cantante y ahora será póstumo.

Estrella de la ilusión

En 2003 su pueblo la nombró pregonera del Carnaval, una de las fiestas de más tradición en Chipiona. Fue pocos años después de hacer lo propio en el de Cádiz. Vestida de Estrella de la Ilusión se presentó ante sus paisanos refiriéndose a otros actos públicos: «Creedme si os digo, que aquellos nervios y temblores, no tienen comparación éstos, con los del alto honor que, una vez más, me hace mi pueblo, de cantar sus símbolos, sus cosas, sus tradiciones, como este Carnaval de 2003 y vestida de Estrella de la Ilusión para traeros y cantaros la ilusión, las ilusiones de un pueblo blanco y marinero, con miles de años de historia, cuna de mis raíces y mi sangre, de los míos, de lo mío». Su vecina Margarita asegura que cada vez que la tonadillera iba a su pueblo visitaba a sus seres queridos: «Venía a verme a mi casa y si nos cruzábamos por la calle por casualidad siempre me abrazaba y me besaba. Una vez se salió de la procesión de la Virgen de Regla porque me vio en la acera. La última vez que la vi fue cuando murió su tío Pepe, hace más o menos año y medio. Ella vino al entierro».

Virgen de Regla

Al menos una vez al año iba Rocío Jurado a su casa, a la que llamó Mi abuela Rocío. No podía faltar a la cita con su Virgen de Regla, la que descansa en el Santuario que apenas está a 200 metros de su casa. Cada 8 de septiembre se reunía con sus vecinos en la procesión por excelencia de la zona. Le gustaba mezclarse con sus vecinos y saludar efusivamente a los que conocía, aunque en los últimos tiempos ni su delicada salud ni la presión mediática le permitían bajar a la calle. Entonces se quedaba en su terraza, acompañada de toda su familia esperando ver pasar el cortejo ante su casa mientras sus paisanos dividían a gritos sus piropos entre las dos.

Chipiona ha vivido los últimos meses pendiente de las noticias que llegaban primero de Houston y luego de Madrid. Se hablaba de cáncer, de hospitales y recaídas por toda Chipiona, en la frutería, en el mercado de abastos, en los bares, en la playa. Muchos periodistas y curiosos instalados frente a la casa de la chipionera más universal esperando poder hablar con alguien que la conociera.

La tensa espera se rompió, por desgracia y para siempre, ayer.



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