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Martes, 20 de junio de 2006
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OPINIÓN
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Alcohol
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La verdad es que los mundiales de fútbol siempre dan mucho de sí, televisivamente hablando. El domingo noche teníamos en La 2 un documental sobre Ortega y Gasset, que es lo que a mí me apetecía ver, y un estreno en Antena 3, El invento del siglo, que, por novedoso, era probablemente lo que merecía mayor atención. Pero en uno de esos trances perezosos del zapeo recalé en el Mundial de La Sexta, y lo que allí vi me dejó patidifuso. En pantalla estaba Cristina Villanueva; hasta aquí, todo normal e, incluso, estimulante. A Villanueva no la terminaba de ver yo en las Noticias de La 2, porque no tiene cara ni voz de noticias: te mira con esos ojitos como soñolientos o ensoñados, te habla con esa voz suave y merengosa y, la verdad, así no hay quien se crea que en el mundo pasan cosas horribles. Aquí, en esto del fútbol, está mucho mejor: aparte de que la información deportiva es lo suyo de toda la vida, es que está dando un tonillo muy agradable al Mundial.

Claro que, a veces, la realidad se empeña en inundarlo todo de mal rollo, y eso es lo que le pasó el domingo noche cuando se le ocurrió conectar con la fiesta de algunos aficionados españoles en Stuttgart. Bonita fiesta: en la pantalla irrumpió una turba de varones asilvestrados, ataviados con camisetas rojas, gritando y saltando al unánime lema de «Alcohol, alcohol». ¿Alcohol? ¿No era esto una fiesta deportiva? Allí, bajo la patulea, se adivinaba la figura de un atribulado reportero, de nombre Felipe, que trataba de hacerse ver por entre la selva de gargantas etílicas. Fue un poema ver el rostro de Cristina cuando la imagen volvió a ella. ¿Qué decir ante un espectáculo tan lamentable? Nada: sólo una molesta sonrisa. Alguien debió de hacer a nuestros muchachos alguna indicación acerca de lo discutible de su conducta. El hecho es que, poco después, Villanueva volvía a conectar con Felipe, que seguía sumergido bajo la marabunta humana de españoles en Sttutgart. Esta vez, sin embargo, la letra de la canción había cambiado. Ya no coreaban «Alcohol, alcohol», sino «A por ellos, a por ellos». Como para ponerse a ver un documental sobre Ortega y Gasset. Y la rebelión de las masas.



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