Había un partido dentro del partido. El que disputaba Raúl desde el banquillo, un lugar en el que se siente incómodo. Lo ganó Luis Aragonés, que se salió con la suya.
Las imágenes que revelaron la actitud desafiante de Raúl ante el seleccionador durante un entrenamiento, con revuelo mediático incluido, han tenido un efecto inesperado: la recuperación del capitán para la causa. Era el fin buscado por Aragonés y lo ha conseguido. Ayer, Luis ganó dos encuentros. Ante Túnez se vio que algo ha cambiado en el duelo que mantenían él y algunas de las vacas sagradas del vestuario, molestos por no haber sido titulares en el primer partido y por repetir ese estatus ante Túnez. A la paz por la victoria.
La charla que mantuvo con Luis Aragonés y verse en la diana de la prensa quizá hayan hecho recapacitar al 7. O al menos así se vislumbró después de seguir sus pasos en el partido de ayer. Comportamiento modélico y un gol, el del empate, el que abrió la remontada.
El capitán manejó como muy bien sabe los códigos del vestuario. Con responsabilidad y haciendo de mentor. En el partido contra Ucrania no se dejó ver en el calentamiento y se mantuvo oculto entre el hormigón. Ayer no. Salió como un suplente más para poner paños fríos a su disconformidad por llevar el peto de secundario. Participó en el rondo de rigor para calentar los músculos y después se metió en la caseta para proseguir con la liturgia habitual de los encuentros. Sin estridencias. Tregua.
Los reservas de España fueron tomando sitio en el banquillo mientras iban formando los titulares en el túnel. Los fotógrafos y las cámaras buscaron el perfil del 7. No aparecía. ¿Dónde estaba? En el corazón del vestuario. Con el equipo y arropándole. El último de la fila, con el peto naranja y la camiseta al hombro. Se quitó de la parafernalia inicial y salió al campo cuando los equipos estaban formados. Era la otra cara de Raúl, solidaria con el equipo.
Tomó asiento entre Albelda y Cañizares, y enseguida se pudo comprobar su papel. Fue en el gol tempranero de Túnez. Se incorporó para alentar a sus compañeros por el mazazo.
Abrazo con Salgado
Su siguiente intervención fue ya sobre el campo. Cambió de secundario a protagonista en el minuto cuarenta y dos. Luis lo llamó para calentar. Un gesto político y deportivo que sirve para tachar la supuesta crisis. Hizo la puesta a punto en el fondo que ocupaban los seguidores españoles y recibió el calor de la grada a grito de «¿Raúl, Raúl!». Lo agradeció y respondió con unas palmas.
Tras el descanso entró en juego. Y marcó la pauta del partido. Tardó en penetrar la maraña tunecina, pero en una acción típica de su manual de juego encontró un resquicio para mandar la pelota a la red. Lo festejó como un juvenil, sobre todo con Michel Salgado y Cañizares, los otros dos jugadores que protagonizan un pulso con el técnico por mantenerles como suplentes. Con Luis no se abrazó. Lo dejarán para un momento más privado. Queda Mundial y oportunidades para limar diferencias.