Un tironcito de orejas al gremio. No sé si es que trabajar en un medio de comunicación te obliga a variar la perspectiva (o te hace perderla) con respecto a lo que importa y lo que no importa al ciudadano. Sinceramente: estoy hasta el gorro de la Operación Halcón, de la Operación Karlos, de la Operación Rocío Jurado y de la Operación Pirulí que te ví. Estoy, podríamos decir, en plena fase postoperatoria. Voy a la Zona Norte, a trabajar, y los vecinos me preguntan por cómo marcha lo del centro de Salud, o si hay terrenos para el instituto; en Las Flores quieren que les pongan luz en el parque; en Juan XXII que le arreglen las cornisas; en San Benito, les duele el paro. Todavía nadie me ha parado por la calle para preguntarme por la relación de Mangoneo Consulting con Ikea, o si Escocíos Sociedad Limitada está o no en la relación de empresas pantalla que aparece en el dichoso sumario. A mí, personalmente, toda esta tramoya judicial me resulta densa, cargante, insoportable. Y me dedico a esto. No quiero ni imaginarme lo que pensará Pepito Pérez, taxista, cuando abre un periódico y se encuenta a cinco titulares de tan indudable interés como: «El Turronero aparece como socio de Jiménez Rico en la empresa que intermediaba entre Chorizada Enterteimen y Yonotrabajo Corporation». Pero seguimos insistiendo. Buscando la novedad, el detalle, otra vuelta de tuerca. Lo que importa, en algunos periódicos, nunca va en la cinco. O casi nunca. Lo que importa hay que rastrearlo atrás, leyendo, muchas veces, entre líneas. Lo que importa, lo que verdaderamente importa, queda muy al fondo. A veces ni se publica. Nos lo decimos, unos a otros, al oído.