Lo de El Fandi en su tierra es algo inaudito, eso que en otros toreros de masas se ha dado en llamar fenómeno sociológico. Toda Granada está con El Fandi. Haga lo que haga todo está bien. El secreto está en que lleva gente a la plaza que si no fuera por él no iría. Van solo por El Fandi. Y en justa correspondencia el granadino lo da todo. A su manera, pero con una entrega y generosidad absolutas.
Y en corridas como la de ayer resulta clave la participación del Fandi, porque cuando hay un torero, caso de Morante, que asume el papel del conformismo, sin comprometerse lo más mínimo, aparece El Fandi con su alto sentido de la responsabilidad. Embistan o no los toros , El Fandi no falla. O dicho más claro, Fandila embiste siempre.
Así, la primera parte del festejo, que había tenido dos lánguidos protagonistas, Conde y Morante, se salvó gracias a la disposición del personaje de la tarde, un Fandi en su salsa desde que se hincó de rodillas para dar dos largas cambiadas en el saludo y hasta la estocada final. Verónicas y chicuelinas, media de rodillas, galleo por chicuelinas, toda una eclosión con el capote. Incluso al agarrarse al rabo del toro en el quite al picador con el caballo derribado.
Siguió el entusiasmo en banderillas, con gritos de torero-torero antes de clavar el primer par. Moviolas y violines con el sello de la casa abundaron en el clamor. No hace falta decir que El Fandi tenía ya ganadas las orejas ganadas. Y así fue, entre otras cosas porque el toro se negó en la segunda tanda por la derecha, buscando tablas.
Allí echó mano el hombre de lo otro, un par de pases sueltos por arriba, un rodillazo y el consabido desplante. No había más. ¿Suficiente para las dos orejas? La duda para la conciencia del presidente, que se la dio sin ningún pudor.
Lo verdaderamente paradójico es que en el sexto, al que El Fandi toreo con más temple y hasta con cierto regusto, por supuesto reivindicándose también con un gran tercio de banderillas que incluyó hasta cuatro pares, aquí el usía se frenó dejando la cosa en una sola oreja.
A este anacrónico reparto de trofeos llegó a tiempo de apuntarse Javier Conde después de haber limitarse en el abrió plaza a un gesticulante trasteo, andando por allí como quien no quiere la cosa, sin compromiso alguno, con poco fundamento.
Pero en el cuarto se motivó mucho Conde, con la singularidad de sus desmayos, peculiar toreo a veces de exageradas posturas, sin embargo de una tremenda plasticidad. El toreo fundamental, según Conde, tiene otra dimensión. La gente lo vive de otra manera. Un toreo distinto. Puro sentimiento. Enigmática expresión de un toreo deliciosamente aflamencado. Granada, que tanto sabe de duendes se lo celebró como algo extraordinario. Así se explica que después de entrar hasta cuatro veces a matar le dieran la oreja. Morante se quedó a medias en todo. O ni eso. Su primer toro, aun faltándole un tranco en las embestidas, respondió por los dos pitones. El otro fue bueno también por el lado derecho pero en ambos el hombre no llegó a pasar de los detalles.