Durante toda su vida ha sido un buscador de talento. Lo hizo du-rante dos décadas para Arthur Andersen, luego para Iberdrola, y hoy Carlos López Combarros, amén de profesor, es asesor de Isbank. A él tampoco le gusta hablar de triunfo, sino de éxito «porque tiene que ver más con las expectativas y con la felicidad y la frustración que se sienten ante esas metas».
Considera que el éxito se mide con dos varas: una externa, con la que la sociedad te ubica, que aunque pueda ser certera es vacua, y la interna, que es por la que más se fía, que se fija en los talentos y cómo los has desarrollado. Un candidato a conquistar el éxito, a su juicio, debe tener «aptitud para comunicarse y óptimo sería que pudiera hablar en público; iniciativa y capacidad de decisión; habilidad para gestionar el tiempo y priorizar tareas; debe saber redactar, sintetizar documentos e información; trabajar en equipo, ser resolutivo y buscarse la vida, teniendo la visión de ir siempre por delante; estar motivado, orientado a metas, e implicarse y comprometerse; relacionarse bien con los demás, generar buen trato y confianza, y desenvolverse bien en cualquier entorno; ser capaz de adaptarse rápidamente a los cambios; tener interés, capacidad y, sobre todo, ilusión por aprender; y, obviamente, tener una ética seria en sus comportamientos. Adicionalmente, nos gusta ver aspirantes que si han tenido la oportunidad de formarse, lo han hecho de una manera sólida y amplia, más allá de los apuntes; que si es posible hablen un segundo idioma, que tengan conocimientos ofimáticos e informáticos, y que presenten una imagen cuidada. ¿Esto es un mirlo blanco? Pues hombre, a eso deberían tender la mayoría de las personas».