-¿Qué motivo le impulsó a entrar en el mundo del arbitraje?

-Mi hermano, que también es árbitro, fue quien me lo propuso. Yo tenía sólo doce años, pero veía que él viajaba, hacía deporte, conocía a amigos y encima se sacaba algún dinerillo, y me pareció interesante.

-Desde ese momento han pasado ocho años. ¿Cuáles son las metas que se impone de cara al futuro?

-A mí me ilusiona esto, porque en realidad es otro deporte. Me gustaría subir. Tengo compañeros que han llegado a Tercera e incluso algunos han subido como asistentes a Segunda A. Sería bonito poder hacer lo mismo que ellos.

-Habrá tenido que aguantar carros y carretas

-Siempre está el típico gracioso que mete la pata, y más de una vez ha habido que sacar el capote y torear a más de uno. Hay campos en los que se ha pasado mal, pero nunca he tenido problemas. Tengo muy claro que si a mí llegan a tocarme el rostro en alguna ocasión, no seguiría en esto.

-¿Cuál es el partido más decisivo al que se ha tenido que enfrentar?

-Un partido en Ceuta de Regional Preferente, cuando no existía la Andaluza. La Asociación Deportiva Ceuta y el Imperio de Ceuta se jugaban el ascenso a Tercera y para ese partido pidieron árbitros neutrales. Recuerdo que fue un jueves por la noche y tuvimos que quedarnos allí. Todo salió bastante bien.

-En su larga trayectoria tendrá más de una anécdota que contar

-Sí, la verdad es que me han pasado cosas curiosas. Una vez nos tocó viajar a Ronda y al volver, era domingo por la noche y no funcionaban los faros del coche de mi compañero. Menos mal que tuvimos la suerte de que el delegado estaba yéndose, y él nos ayudó a buscar un mecánico, de no ser así no sé qué hubiéramos hecho.

-Actualmente, ¿en qué categoría se encuentra?

-Ahora soy árbitro de Preferente, aunque he acudido como asistente varias veces a la Andaluza.

-¿Qué cualidades hay que tener para prosperar en este difícil mundo?

-Sobre todo mucha ilusión, querer esto como un deporte más, que es lo que es.

-Es de suponer que tendrá sus ídolos particulares

-Me fijo mucho en Mejuto González y en Markus Merck, que imponen mucho respeto.