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Viernes, 16 de junio de 2006
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Naomi se agobia
La Campbell estuvo a punto de dar la 'espantá' ayer en Gaudí Novias por no sentirse «suficientemente segura»
Naomi se agobia
GENIO Y FIGURA. La supermodelo británica exhibe una creación de la diseñadora Patricia Avendaño. / AFP
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Ayer, a las siete y media de la tarde, en la Pasarela Gaudí Novias de Barcelona no cabía un alfiler. Desfilaba Naomi Campbell, a sus 36 años, y la expectación era enorme. Pero pasada media hora sin que comenzara el espectáculo, el público empezó a protestar y a silbar. Las otras modelos contratadas por la diseñadora Patricia Avendaño hacía rato que estaban listas. Pero ella no.

Naomi, la modelo más cara de toda la Pasarela y quizá de toda la Historia -su caché no baja de los 60.000 euros-, a esas horas se resistía a salir del camerino. «Veo demasiada gente fuera y necesito más seguridad», protestaba con infantiles mohínes. Al final, tuvo que ser Gigi, el estilista italiano de Victorio & Lucchino, que conoce a la Campbell desde hace años, y que por suerte se encontraba allí, quien la convenció de que desfilara, a base de mucho tacto y cariño.

La pesadilla había comenzado mucho antes. Naomi sabía que debía desfilar a las 19.30, pero se presentó en el recinto a las 19.10, con un séquito formado por su relaciones públicas, su asistente, su peluquero, su maquillador y un guardaespaldas. Nada más llegar, un fotógrafo se tropezó al intentar retratarla y cayó al suelo. Ella se asustó, se ocultó tras unas cortinas y quedó allí inmóvil unos minutos gritando que no saldría hasta que le despejaran el camino.

Alguien la calmó por fin y la condujo hasta su camerino exclusivo. Había exigido chuletillas de cordero, sopa de pollo y agua baja en sodio de marca finlandesa. Pero finalmente cambió a fruta: uva blanca, uva roja y ciruelas. También, jamón de pata negra, que le encanta -loca sí, tonta no-, y tortilla de patata. Y continuaron las exigencias: «¿Quiere una vaporetta!», clamó su asistente, presa del pánico; tal vez temiendo que de no cumplirse el deseo la diva le arrojara un móvil a la cabeza. Luego se le antojó ir al baño y lo hizo escoltada por dos maromos. «Ven conmigo», le dijo a uno de ellos.

A las ocho y diez, con cuarenta minutos de retraso, la Campbell abrió el desfile nupcial de Patricia Avendaño. Le bastó con pararse en jarras, bella y desafiante, para meterse al público en el bolsillo. Nadie, salvo quizá una pantera, camina como Naomi. Lució tres vestidos. En la segunda salida se animó y dedicó al público unos pasos de baile que fueron muy aplaudidos. En la tercera, se tropezó ligeramente. Y al final, vista y no vista: saludos a la afición, brevísimo posado con la diseñadora y desaparición a lo Houdini. Parecía una novia a la fuga. Pero podía haber sido peor.



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