No había pasado ni un mes desde que salieron a la calle con el susto en el cuerpo y poco más que pudieron recoger sus cosas. La casa temblo y el lavadero se vino abajo y el resultado fue dos semanas viviendo en un hotel o en casas de familiares.

Ayer, a primera hora de la mañana, otro ruido despertó a las siete familias de la finca número 3 de la calle Lubet, en La Viña: se había caído una pared de un baño que ya no se usa... «afortunadamente», como señalaba Lili Márquez, una de las vecinas.

Los bomberos volvieron al edificio pero aseguraron que no había peligro. La misma opinión de los peritos de la constructora San Miguel, la empresa que lleva a cabo unas obras en el solar contiguo y que ya provocaron los derrumbes de hace un mes y el desalojo antes de ayer de otra finca, el 19 de Pericón de Cádiz.

Pero esas palabras que pretendían ser tranquilizadoras no consiguieron apaciguar los ánimos de los vecinos, que se reunieron en el patio para comentar la situación. Ya han puesto su caso en manos de una abogada, María del Carmen Tejonero, quien ha presentado un escrito ante el Ayuntamiento.

Pero sobre todo, no se quedan conformes con la decisión de arreglar los desperfectos, porque en los 15 días en que estuvieron fuera, lo único que hicieron, dicen, «fue poner un poco de cemento a las grietas».

Ana Castaño Cruz -que ha nacido en ese edificio y allí ha visto morir desde su bisabuela hasta sus padres- lo tiene claro: tiene 18 nietos pero no quiere que vengan a visitarla por temor a que alguna parte de su casa, rajada de arriba a abajo, se desplome con ellos dentro.

«Y dice el bombero que me puedo sentar aquí a ver la tele», comenta Ana mientras señala las grietas del techo, las paredes y las puertas. Su baño se ha inclinado y las losas comienzan a levantarse.

Pero la situación para otras vecinas de mayor edad o con problemas de movilidad es aún peor. Para salir a la calle necesitan saltar (literalmente) los últimos escalones, que tienen un boquete de casi medio metro. Por eso Rocío ha tomado la determinación de llevarse a su abuela, una vecina de la finca de 77 años, a vivir con ella. De lo contrario, dice, la mujer no habría podido moverse de su casa.

Los habitantes de esta finca de Lubet aseguran que quieren que la empresa responsable de las obras anexas les arregle su casa en condiciones. «Yo no quiero irme de aquí -subraya Ana-, quiero morirme aquí, pero no porque se me caiga una pared encima».