«Hacia Potsdam bajo los robles», escribió en un poema Bertolt Brecht durante su primera residencia berlinesa, de la que partiría al exilio debido a la persecución nazi. Y precisamente en el medio de un inmenso bosque, con vistas al grandioso lago Templiner, se refugia Ucrania y esconde las armas que empleará mañana en Leipzig ante España. Hay que atravesar una carretera serpenteada y sombría, rodeada de robustas hayas y robles, hasta llegar al Hotel Seminaris, residencia de la tropa de Oleg Blokhin en el Mundial. Es un remanso de paz, de frescura, un lugar idílico para el descanso, moderno pero tampoco de gran lujo.

Un autocar de la organización traslada a los ucranianos al lugar de entrenamiento, un vetusto estadio de nombre impronunciable (Luftschiffhafen). El césped, eso sí, está en perfecto estado. Desde que aterrizó Ucrania en Berlín el pasado viernes, Blokhin ha tapado su estrategia todo lo que ha podido. Sólo una sesión fue abierta por completo a la prensa, acostumbrada a montar guardia junto a una puerta con rejas, custodiada por efectivos de seguridad. Y sólo en uno de los entrenamientos, el del sábado, hubo permiso para hablar con los jugadores. Lo habitual es dejar pasar a los fotógrafos y cámaras de televisión un cuarto de hora, para captar imágenes del calentamiento y, luego, en el momento de ensayar la verdadera puesta en escena ante España, todo cerrado a cal y canto para evitar 'espías'. Blokhin da prioridad al balón. Tiene fama de hombre duro, pero los entrenamientos no son muy exigentes .