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Viernes, 9 de junio de 2006
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Fue hace poco más de diez años. La extrema sequía dejó sedienta a la Zona Gaditana, que así denomina la administración al área de abastecimiento de agua en Cádiz. Los embalses estaban en mínimos históricos y disfrutamos de restricciones de agua por las noches. Recuerdo el verano y las caravanas en la carretera de regreso a casa. Todo el mundo quería llegar antes de las nueve porque a esa hora «cortan el agua». Ha pasado una década y la historia se repite. La sequía es cíclica y es parte de la meteorología de este país, según dicen los expertos en la materia. Y me lo creo. Pero entonces ¿por qué tenemos de nuevo encima la amenaza de la escasez? Porque, como dice el refranero, sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. La política hidráulica sigue siendo una asignatura pendiente y los ciudadanos, como siempre, tendremos que padecer las consecuencias.

El problema del agua es general en toda España. Esta semana se informaba de que los embalses están, de media, al 50% de su capacidad, prácticamente igual que el año pasado por estas fechas. Ya entonces se alertaba de la situación. En lugares como Madrid se tomaron medidas para ahorrar agua: campañas sobre un consumo racional, prohibición de riegos en jardines y zonas verdes con agua potable, prohibición del llenado de piscinas privadas Bien, pues hace unos días, la presidenta de la comunidad de Madrid levantó estás restricciones. Al parecer para ella no existe ningún problema hídrico. Ya se llenarán los pantanos, ya caerá el agua del cielo. Porque la Aguirre es una mujer optimista, claro. Lo suyo no es electoralismo, claro. No sé como lo llamará ella.

Tal y como va el mundo el agua va a convertirse en oro líquido si no lo es ya. Es un bien escaso y parece que cada vez faltará más y más a menudo. Estudios científicos y de asociaciones ecologistas advierten del avance del desierto, del cambio climático. Dicen que los desastres naturales, más frecuentes en los últimos años, son los síntomas que empieza a sufrir el planeta. La tierra se está quejando y lo demuestra así. Esta es la idea más aceptada. Pero no hace mucho un novelista muy vendedor, Michael Crichton, publicaba un libro, muy documentado, en el que rebate a científicos y ecologistas. En su 'Estado de Miedo' niega la mayor, es decir, sostiene que no existe cambio climático. Es una novela que, para mi sorpresa, no ha causado mucha polémica. Supongo que la mayoría lo considera simplemente ficción.

Mi sensación es que las sociedades desarrolladas, el primer mundo, está machacando el planeta. Todos participamos en ese castigo. En nuestra vida diaria contribuimos a dañar el medio ambiente; no reciclando, usando vehículos a motor, derrochando energía, malgastando agua. Es la filosofía de la tierra quemada. Somos como Atila. Mucho han de cambiar las cosas para que nuestro estilo de vida no sea sinónimo de destrucción y contaminación. Y mucho han de cambiar los políticos para que antepongan los intereses medioambientales a los intereses electorales y económicos. Pero no nos excusemos. Cada uno, en su pequeña parcela, puede aplicarse principios medioambientales y no contribuir al deterioro de su entorno. Una reciente campaña de publicidad intenta sacudir nuestras conciencias y mejorar nuestros hábitos. El spot, a mi juicio, es muy elocuente y se ve ampliado en www.sostenibilidad.com. Tras ambas iniciativas está la empresa Acciona que se vende como «compañía pionera en la contribución al bienestar social y el desarrollo sostenible». Hay que reconocer que el contenido de la web es muy interesante. Si todos aplicáramos el mensaje, quizá esperaríamos un futuro más alentador.



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