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Jueves, 8 de junio de 2006
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CULTURA
RICKY DÁVILA FOTÓGRAFO
«En los medios de hoy no hay espacio para la poesía»
«En los medios de hoy no  hay espacio para la poesía»
TRABAJO. Ricky Dávila prepara actualmente el proyecto 'Ibéricus'. / LA VOZ
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SU PERFIL
Ricky Dávila nació en Bilbao en 1964. Licenciado en Biología por la Universidad de País Vasco, viaja a Nueva York en 1988 donde se gradúa en Fotografía en el International Center of Photography.

En 1991 regresa a España y se incorpora a la plantilla del diario 'El Sol'. Durante 1992 y 1993 es fotógrafo de la agencia Cover. Recibe este mismo año el Premio Fotogranprix 93 y el II Premio Reportage World Press Photo por el trabajo realizado en Cuba 'Herederos de Chernobil'. En 1994 recibe el Premio Ortega y Gasset por este mismo trabajo.

Durante 1994 y 1995 trabaja como Editor Gráfico en la revista EGM y colabora con 'El País Semanal' y la agencia Contact Press Images.

En 1995 recibe el premio Fotopres 95 por su trabajo en Irlanda 'Esclavos del Gran Sol'. Este mismo año realiza un reportaje sobre una cárcel boliviana 'Cochabamba, Bajo el Peso de la Ley 1008' por el que recibe el II Premio Best American Picture of the Year en EEUU.

En la actualidad trabaja como 'freelance', repartiendo su actividad entre retrato editorial y reportaje de autor. Codirige además la revista de fotografía contemporánea 'Submersia'.

En 2000 Dávila tiene su primera exposición individual. También participa en varias exposiciones colectivas como en el Museo Reina Sofia, la Bienal de Venecia, y el Metropolitan Museum of Manila.

Tiene tres libros publicados: 'Photobolsillo', 'Ricky Dávila, Retratos' (Gran Sol, 2000), 'Manila' (Gran Sol 2005), premiado en PhotoEspaña 2005 como mejor libro del año.

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Pelo canoso, cuerpo menudo, ojos extremadamente claros, mirada paciente y un currículo de bandera. Desde el lunes, el fotógrafo Ricky Dávila (Bilbao, 1964) dirige en Cádiz uno de los talleres de Al-Liquindoi. Rodeado de alumnos, se explica con certera meticulosidad de cirujano. Despliega el mismo don de la precisión y contundencia sugerida, abierta a interpretaciones narrativas, la que ha expresado en sus proyectos personales desde que se formase con la cámara en Nueva York a finales de los 80. Al margen de una sólida carrera en la prensa, Dávila se expresa en grandes trabajos de fotografía documental como Manila, que le llevó dos años retratando el paisaje urbano de la ciudad asiática, o Ibericus, su proyecto actual en el que define una «cartografía» de la Península a través de cientos de retratos de sus habitantes.

-El observador de su trabajo experimenta el asombro por lo cotidiano. ¿También necesita usted asombrarse?

-Efectivamente. Borges hablaba de estar alerta de las cosas. El fotógrafo debe estar ahí, atento a la realidad, a su entorno. Esto ocurre tanto en fotografía como en literatura...

-Hoy que se pueden hacer fotografías de manera muy fácil ¿cabe espacio para la reflexión?

-Con el sistema analógico, los costes y el trabajo obligaban a ser más selectivo en cuanto a la fotografía. La era digital permite el acceso más sencillo a la imagen, pero vuelve a la gente mala editora por la cantidad de imágenes de las que dispone. Existe una sobreinformación que afecta a todos los campos.

-¿Cuánto piensa una foto antes de hacerla?

-Mi trabajo no tiene mucho que ver con la previsualización. Yo tengo relación con el accidente fotográfico como material. Mi trabajo está más relacionado con los conceptos generales.

-¿Cuáles son?

-Con esos conceptos quiero decir que tiene más que ver con la cuestión narrativa, qué lugar ocupo en el mundo, una posición y cómo ilustrarla. No tiene que ver con el arte.

-¿Eso es lo que transmite en el taller?

-No, no me gusta transmitir mi método de trabajo, no elevarlo a categoría de norma, sino promocionar la afición. Ellos eligen los conceptos que guían el trabajo. Cada uno de ellos elige su instrumento de expresión. Se trata de eligir una técnica para ilustrar y definir su posición en la vida.

-¿Sus fotografías exigen una reflexión, esta vez por parte del espectador?

-Si, como cualquier narrativa.

-En Ibericus duda si complementar los retratos con pies de foto. ¿Piensa que la información sobre la fotografía anulan el sentido metafórico de la imagen?

-En ese caso, sí.

-¿Como transcurre su trabajo en Ibericus? Lo ha calificado como un mapa cartográfico...

-Son caras de gentes que viven en el territorio de la Península, las líneas maestras de un mapa que se traza con esas caras.

-Se percibe que las personas retratadas miran a la cámara con absoluta franqueza ¿cómo lo consigue?

-No puedo verbalizarlo. La clave está en la naturaleza del encuentro con el fotografiado, que suele ser muy breve.

-¿En la prensa diaria hay espacio para la fotografía subjetiva?

-No. Y no va a cambiar. Los medios ya están establecidos de esta manera y hay que poner en marcha otros cauces para este tipo de proyectos. Los medios están adocenados y cada vez son menos interesantes. La cultura está cada vez más alejada de ellos. De todas maneras, no lo considero una derrota. Prefiero 5.000 lectores inteligentes que un millón compartiendo página con un trabajo de moda. En los medios no hay espacio para la poesía.

-¿Se considera más artesano que artista?

-No soy artista ni tengo pretensiones artísticas. Mi trabajo está relacionado con el oficio. El único juez sobre el arte es el tiempo.



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