La Infanta Leonor fue aclamada por los madrileños durante su visita a la Virgen de Atocha. La pequeña cumplió hoy con la tradición que se remonta al siglo XVI por la cual todos los miembros de la Familia Real son presentados ante esta Virgen para pedirle protección. Para ello la pequeña 'escogió' un bonito vestido blanco en el que resaltaba una cruz de oro. Sus papás la acompañaron en tan importante momento y pudieron comprobar el grado de popularidad que tiene ya la pequeña.

Es evidente que la Infanta Leonor está creciendo, y que en cuanto al tamaño, ha salido al padre. No sólo se nota en cada aparición pública, sino por las cada vez más patentes dificultades que tiene su delgadísima mamá para sostenerla durante un rato largo en brazos. Y eso que la niña tiene sólo siete meses. Considerando que lo normal es que no ande hasta el año, la Princesa de Asturias se va a tener que emplear a fondo para sobrellevarla.

La niña llegó al templo en torno a las once menos cuarto en brazos de los Príncipes de Asturias para protagonizar una breve y sencilla ceremonia. Entre los aplausos y las aclamaciones de un nutrido grupo de ciudadanos madrileños, llegaron hasta el altar donde les esperaba el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco.

El arzobispo de Madrid, Antonio Maria Rouco Varela, pronunció una pequeña oración en la que, dirigiéndose a la Virgen de Atocha, dijo: "Virgen de Atocha, madre de Dios y madre nuestra. Con amor y devoción filial, estos padres, los Príncipes de Asturias, vienen hasta ti con su hija Leonor. En continuidad con la tradición de la Familia Real te la presentan y ofrecen de todo corazón".

"Virgen de Atocha, consuelo de los que te invocan: Haz que esta hija tuya, la infanta Leonor, lleve siempre en su corazón el amor a ti, nuestra madre común del cielo, el amor a sus padres y el amor a todos los españoles, especialmente a los más necesitados".

Cinco siglos de tradición

Mientras esto sucedía, Leonor, dando muestras precoces del cumplimiento del protocolo y las buenas maneras, no protestó y se limitó a observar lo que sucedía a su alrededor. Después los Príncipes de Asturias se acercaron hasta el altar y ofrecieron a la niña durante unos segundos mientras el Príncipe Felipe la sostenía en volandas. La solemnidad del momento sólo fue rota por un apretado aplauso de los ciudadanos que estaban en el interior de la Iglesia.

Esta ceremonia tiene su origen en una tradición que se remonta al siglo XVI cuando Felipe II presentó a la Virgen a su hija Isabel Clara Eugenia. En el año 1634 Felipe IV proclamó la talla, del siglo X, protectora de la Familia Real. El Príncipe Felipe y sus hermanas también fueron presentadas ante la Virgen y la Princesa Letizia le ofreció su ramo de novia.

En su camino de salida, las personas que estaban sentadas en el extremo del banco que da al pasillo pudieron tocar a la niña y saludar a los Príncipes, que se mostraron radiantes y cercanos. A la salida, una multitud esperaba detrás de las vallas protectoras haciéndoles un pasillo en su camino al coche oficial. De nuevo aplausos y vítores. . . hasta la siguiente.