Llegué ayer lunes a la redacción pensando sobre qué iba a escribir en la columna de hoy. Sonó varias veces el teléfono y una de ellas me tocó un poco esa fibra a la que tanto cuesta llegar. Resulta que la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui busca desesperadamente familias para acoger a los niños que cada verano vienen a Jerez gracias al programa Vacaciones en Paz. Los números son claros: el año pasado había 80 niños de acogida en la ciudad, a estas alturas del año, sólo hay 36 familias que se han brindado a ofrecerles un verano lleno de playa, diversión y salud. De hecho, la asociación había solicitado sesenta chicos de entre siete y doce años.
¿Por qué este descenso? Este año tampoco hay subvención municipal y por mucho que algunas familias deseen acoger en casa a un niño saharaui, el sueldo no les da para más. El viaje cuesta 420 euros. En la mayoría de los casos, vienen con lo puesto y hay que comprarles ropa, algún balón, flotadores para la playa y calzado para que pasen el verano. También se les compra algo para sus familias de los campamentos.
Hay gente que dice que estos niños que vienen de vacaciones son utilizados con intereses políticos. No sé si es cierto, aunque tampoco me extrañaría. Lo que sé es que aquí se les hace una revisión médica, se les pone gafas si las necesita y se operan si su dolencia es más grave. También se les compran esos caprichillos de la tienda de los veinte duros, hacen amigos, se divierten en la playa y cogen energía para pasar el resto del año bajo las lonas de sus jaimas. Son sus vacaciones.