La voz se va, lenta, pero inexorablemente. Como aire que se lleva las hojas secas de un jardín plagado de nardos, orquídeas y olor a hierbabuena. Como el rocío de la mañana que va desapareciendo con gotas de melancólico adiós al salir el sol. La voz, y no digo su nombre porque si bien es cierto que voces hay muchas, cuando se habla de voz a todos se nos viene a la mente sólo una. Su eco se apaga, como vela incandescente y frágil en la orilla de una playa invernal. La Virgen de Regla la recoge en su manto para acunarla, cuidarla y escucharla. La abrazará y la mimará para llenarla de calma en la tristeza del camino de ida a los cielos. La canción se hace luto, de negros y sombras, de llantos y desasosiego, de lucha humana por sobrevivir al después. Un después que nunca será igual, pero que a través de la fe, del cariño y del dulce recuerdo, se debe continuar viviendo.
Disfrutar con su legado, con su canción, con sus románticas letras... siempre hablando de amor y desamor, con su majestad esencia como potro desbocao en desiertos de arena, como pájaro perdido que abre sus alas en el barranco del abismo. Voz sin eco, porque ni el eco pudo con ella, voz libre que vuela caprichosa sin límites de espacio y sin final. Con esas subidas y bajadas de una voz prodigiosa, con melodiosa calma y atronadora fuerza en sus melodías. Voz de cascada de agua, de sonidos de viento que acarician un trigal, de naturaleza sola, porque todo aquello que nace de la naturalidad alcanza la grandeza sin igual.
Sí, la voz se nos va. Nos la roba la cruel enfermedad, esa que no perdona y que sólo deja lugar a la resignación. La vida se queda con el recuerdo, y la muerte se lleva el cuerpo. Se hace tristeza el silencio y el ánimo se hace abrazo. La vida se hace ley y la fatídica ida, comprensión. La voz se enmudece, se hace susurro el grito. La copla sopla suspiros de pesares, se hace débil la fuerza que se nos va por mucho que queramos, sin poder retenerla. Son momentos de calma, días de pensamiento, de apostar por la vida y de aferrarse al recuerdo. Días de amargas sensaciones, de miradas francas, de olvidar rencores y de admirar el buen arte. La voz española tiembla, se aleja pero no estará sola. Le cantará a Lola, quien le bailará en las noches de fiesta, festejada con la grandeza de Pastora Imperio, de Imperio Argentina y de tantas otras. Artistas que se van pero quedan.