En un cambio radical dentro del desdén mutuo y el enfrentamiento que mantienen Estados Unidos e Irán desde hace un cuarto de siglo, la Administración Bush ofreció ayer la posibilidad de participar -junto a la troika de países europeos formada por Alemania, Francia y Gran Bretaña- en negociaciones directas con Teherán. Pero con la condición previa de que Irán interrumpa sus sospechosas actividades nucleares, empezando por su programa de enriquecimiento de uranio y el reprocesamiento de combustible nuclear.
Antes de partir hacia Viena para una nueva reunión al máximo nivel, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, planteó en Washington esta oferta como un esfuerzo para eliminar excusas e inyectar «una renovada energía» en los esfuerzos para fijar tanto una oferta de incentivos como potenciales castigos en función de la respuesta de Irán. Sin entrar en el explosivo terreno de consecuencias militares, la responsable diplomática de EE UU se limitó a advertir de que si Irán se empeña en mantener su actual desafío nuclear «incurrirá solamente en grandes costes».
Con todo, la responsable del Departamento de Estado no quiso confirmar o desmentir si esta inesperada y significativa oferta negociadora forma parte de un entendimiento con Rusia y China -miembros del Consejo de Seguridad- para poder abrir la vía de sanciones en el contexto de Naciones Unidas si Irán persiste en su programa nuclear no supervisado, al que una parte de la comunidad internacional atribuye la intención de llevar a cabo el desarrollo de armamento no convencional.
Hasta ahora, y pese a las crecientes presiones domésticas e internacionales para entablar negociaciones directas, la Administración Bush había rechazado esta posibilidad argumentando que el reto nuclear de Irán no era un problema bilateral, sino de todo el mundo. Ayer, sin embargo, Rice presentaba la oferta negociadora, trasmitida a Irán a través del Gobierno de Suiza, como muestra del compromiso de Estados Unidos «para encontrar una solución diplomática y mejorar las posibilidades de éxito».
Memoria
De acuerdo con los argumentos formulados por la secretaria de Estado, esta oferta sobre la mesa servirá para determinar si el Ejecutivo de Irán «se toma en serio o no un proceso negociador». Condoleezza Rice también matizó que este cambio no debe interpretarse como una legitimación o deseo de restablecer relaciones diplomáticas con la teocracia de Teherán interrumpidas por la crisis de los rehenes de 1979. Según Rice, persiste todo un inquietante memorial de agravios donde destaca el respaldo de Irán a la violencia en Irak y el patrocinio de diversos grupos terroristas en Oriente Próximo.
En 2003, Irán suspendió temporalmente su programa nuclear tras admitir que había engañado durante varios años a los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). Pero tras las elecciones celebradas el año pasado en las que Mahmud Ahmadeniyad se convirtió en presidente de Irán, se volvieron a reanudar las actividades de enriquecimiento de uranio y reprocesamiento de combustible nuclear. Trabajos que han procedido sin supervisión alguna pese a las obligaciones de la república islámica como miembro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).
Durante este año, el régimen iraní ha ofrecido señales contradictorias ante la oferta de entablar negociaciones con Alemania, Francia y Gran Bretaña, suspendidas tras dos años de conversaciones. Recientemente, el presidente Ahmadeniyad no dudó incluso en ridiculizar el plan europeo de incentivos para un acuerdo comparándolo con el timador intento de ofrecer a un niño dulces a cambio de oro.
Pronóstico
Ante la posibilidad de que Irán rechazase esta última oferta, Rice ha pronosticado «un aumento de presión» ya sea a través de sanciones financieras con respaldo del Consejo de Seguridad o, si fuera preciso, fuera del marco del Naciones Unidas con ayuda de países en sintonía con Washington. Para no salirse del escenario multilateral de la ONU, dentro de las negociaciones para conseguir una resolución condenatoria a Irán a lo largo de junio, la Administración Bush habría accedido a excluir del borrador discutido en Nueva York referencias a inmediatas amenazas militares.
Durante meses, la Casa Blanca ha insistido en que la comunidad internacional debe aumentar sus coordinadas presiones sobre Irán con ayuda de una definitiva resolución del Consejo de Seguridad bajo los términos de obligado cumplimiento contemplados en el Capítulo VII de la carta de Naciones Unidas. Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se negaron a respaldar una decisión de ese tipo a la vista de la reciente experiencia de Irak.