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Miércoles, 31 de mayo de 2006
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Obsesión o negocio: Jerez ciudad de las palmeras (II)
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Con la poda salvaje que se realizó en la Plaza de la Hierba y en la Plaza Platero, descubrimos una vez más las excelencias del ordeno y mando.

En la Plaza del Progreso, adaptada y remodelada recientemente, nos encontramos con un espacio en el centro para que puedan jugar los niños. Sin embargo en vez de completar el perímetro de juego con árboles jaboneros, idénticos a los ya existentes, se han venido a colocar palmeras. Era necesario una vez más dejar el distintivo de la casa. Y como colofón a tanta improvisación o posible despilfarro se colocan bancos incómodos y sin respaldo, propiciando más la huida de los que llegan que el poder propiciar las relaciones vecinales.

Al adentrarnos por la calle Larga nos encontrábamos con una enorme valla publicitaría, anunciándonos lo bonita y la calidad de vida que ofrecería la Plaza del Arenal una vez concluida su remodelación. Al contemplarla, asusta ver el inmenso espacio de cemento y hormigón que se ha creado, rodeada tan solo por palmeras. Lo más preocupante será cuando las concentraciones de sol que reciba la plaza provoque el efecto rebote. Entonces la presión ambiental de la zona será insoportable. Los extremos del calor o del frío se notarán con mayor intensidad que en otros lugares, perjudicando notablemente a las familias que viven en los edificios colindantes . Esto mismo está ocurriendo en la desconcertante Plaza de San Andrés, fruto de la improvisación y del mal gusto. Y también ocurrirá en la Plaza de Madre de Dios por citar algunos ejemplos de candente actualidad.

El ciudadano normal de la calle no dispone de un gran coche oficial, climatizado y acompañado de escolta para poder acceder a cualquier punto de la ciudad, donde la confortabilidad dentro del vehículo está garantizada de antemano. El ciudadano de a pie debe resignarse a sortear toda clase de obstáculos, inclemencias, ruidos, recorriendo la ciudad andando, sin otra protección que la propia.

No deben considerarse como hechos aislados y sin ninguna relevancia lo que ha sucedido en estas últimas semanas en Madrid, Sevilla o Valencia, donde las manifestaciones espontáneas de los ciudadanos ha detenido el expolio al que estaba siendo sometido el arbolado urbano. Es lamentable lo sucedido en la calle Circo de nuestra ciudad, donde los frondosos plataneros han sido sustituidos por pequeños arbolitos que ni siquiera guardan relación los de una acera con los de la otra.

Sin embargo esta fiebre desmedida por colocar palmeras será la antesala no para crear un oasis para la ciudad, sino todo lo contrario, creará un ambiente tórrido y desértico. ¿A quién beneficia tanta palmera ...?

Si los responsables del Departamento de Urbanismo se detuvieran en los beneficios sociales que reporta tener árboles a nuestro alrededor dejarían de colocar palmeras aquí y allí. La mayoría de nosotros respondemos a al presencia de árboles no sólo admirando su belleza. En una arboleda nos sentimos serenos, sosegados, descansados y tranquilos. Un ejemplo claro lo tenemos en aquellos hospitales donde existe una gran concentración de árboles. Los pacientes que mostraban recuperarse más rápidamente de cirugías se lo debían en parte a poder contemplar desde sus habitaciones esa gran masa vegetal.

En Jerez la arboleda de hoja caduca es formidable para controlar el calor pero no la palmera. En verano estos árboles interceptan la radiación solar bajando la temperatura, y en invierno con la caída de las hojas se produce un calentamiento al incrementar el paso de la radiación solar.

En una ciudad como la nuestra donde la temperatura ambiental puede llegar a ser muy alta en las horas punta del día, se ha comprobado con rigor científico, que plazas públicas arropadas por árboles de sombra, la temperatura local en ese lugar puede llegar a disminuir hasta 20º C, y la temperatura global de 1º a 3º C. De ahí la importancia de una cobertura arbórea y no de este disparate paisajístico.

Esta ciudad no es uniforme, está compuesta de diferentes partes, y cada espacio o zona responde de manera diferente a las inclemencias del tiempo, incidiendo sobre sus habitantes y propiciando una menor o mayor sensación de confortabilidad. El haber colocado tantas palmeras en tantos lugares de la ciudad, supondrá a la larga un grave error y un coste económico innecesario.



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