Zarpamos a bordo de nuestro pequeño velero, el Walkabout, uno de la clase cúter de nueve metros de eslora, de un palo y tres velas: la mayor, el génova y la triqueta; un barco de elegante corte clásico; un Chassiron botado en Francia en el año 1978, proa de cuchara, grueso casco de fibra, quilla corrida, polo de aluminio, cubierta de madera de teka, superestructura e interior también de maderas nobles; muy bien equipado en maniobra, electrónica y comunicaciones; motor diesel auxiliar, con autonomía de combustible para 350 millas. Noble, marinero y obediente con mala mar.
Soltamos amarras el 30 de julio a las 10 de la mañana mi esposa, Arantxa, y Fernando, nuestro hijo de 11 años, desde el Puerto Deportivo de la localidad de Rota, colindante a la Base Naval española y de la OTAN, en la provincia de Cádiz, para hacer una travesía frente al Golfo gaditano hacia la Isla da Culatra, situada en el dabo portugués de Santa María, al sur de la ciudad de Faro.
A las dos horas de navegación, el interruptor automático de la bomba eléctrica de achique, inexplicablemente, se disparó, poniéndose en marcha con su pito de alarma correspondiente. De inmediato, decidí abrir el portillo para verificar el estado de la sentina y la encontré prácticamente seca; entonces decidí desconectar la bomba y dejarla en posición «manual», para continuar la navegación, pensando que cómo será siempre de carácter diurna y que, en el remoto caso de hacer agua, me percataría sin dificultad (tomar nota del incidente).
Asimismo, como la travesía prevista era de 76 millas naúticas y el andar de crucero del Walkabout es entre 5 y 6 nudos, decidí pernoctar en la Marina de Isla Cristina, a 56 millas de la costa de la localidad de Rota, pequeño islote de arena en las marismas de Huelva, para así evitar hacer guardias de navegación nocturnas y cansar a la «tripulación», ya que éste era sólo un viaje de recreo y descanso, siendo la hora del ocaso a las 21.39 hora local española.
Luis Alberto Montes. Jerez