Ante los mismos síntomas a una mujer le diagnostican una crisis de ansiedad y a un hombre una angina de pecho. Las mujeres consumimos el doble de tranquilizantes y el doble de antidepresivos con respecto a los hombres. ¿Estamos el doble de nerviosas o el doble de tristes? No, pero nuestro rol social ha condicionado también nuestra forma de enfermar.
Las mujeres somos las principales consumidoras de toda clase de terapias. Somos también la proporción más numerosa de estudiantes y profesionales en todo lo que se refiere a las ciencias de la salud y del cuidado de los demás: Enfermería, Medicina, Trabajo Social, etc., además de ser las cuidadoras de nuestro entorno más próximo. Los servicios asistenciales cuentan en sus plantillas siempre con un número mayor de mujeres con respecto al de hombres. A pesar de esta evidencia, no somos las mujeres las protagonistas principales de la planificación, del desarrollo de programas ni de las estrategias de las políticas asistenciales para la población en general, ni siquiera para la población femenina en particular.
Desde los egipcios hasta hace poco más de dos décadas, el ser mujer u hombre no parecía ser un factor diferencial a tener en cuenta a la hora de estudiar ningún tipo de enfermedad (física o psíquica, personal o social). El cuerpo biológico, a excepción de la toco-ginecología, se ha tratado como objeto de conocimiento asexuado, sin género. El conocimiento es supuestamente «neutro» y «objetivo», pero la realidad nos evidencia que lo que se ha generalizado para el 100% de la población como válido, verdadero o sano es un concepto equivocado de los diferentes campos del saber y, por supuesto, de la salud o de la atención social, al tomarse lo masculino como medida de lo humano.
Iguales ante la ley no quiere decir iguales ante la biología. La salud tiene género, enfermamos de modo distinto mujeres y hombres, también morimos por causas distintas no siempre nos curan los mismos tratamientos, no nos afectan las mismas cosas. Las mujeres hemos sido invisibles en muchos aspectos, en las ciencias de la salud también.
El modo de enfermar de las mujeres está cambiando a medida que cambia su papel en la sociedad, lo que no significa que estemos ganando en salud, al contrario en lugar de eliminar factores de riesgo estamos incorporando algunos nuevos. Pensamos que la salud es simplemente que el cuerpo funcione y no le duela nada; en conseguir ese «silencio» nos afanamos, pero hay algo más. La tranquilidad, la felicidad y la salud no se receta, se conquista.
28 de Mayo, por la Salud de las Mujeres.