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Jueves, 25 de mayo de 2006
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CALLE PORVERA
De guía turística
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Camino por la Alameda Cristina y, de nuevo, siento que me observan. Discretamente, echo un vistazo alrededor y... allí están. La enésima pareja de turistas que, pese a pasear armados con un plano de Jerez, están bastante perdidos y se animan a abordar, aunque tímida y respetuosamente, a una indefensa viandante con prisa para hacer la gran pregunta: «¿Cómo podemos llegar al centro?».

Entonces miro de nuevo alrededor y contemplo a lo lejos el Mamelón, con su fuente y su conjunto escultórico ecuestre, a la izquierda el palacio Domecq, la iglesia de Santo Domingo, las calles adoquinadas,... y me vienen a la cabeza mis propias preguntas, una detrás de otra. ¿Cómo esperan los turistas que sea el centro de Jerez? ¿No consideran estos monumentos suficientes señales de que ya están en el centro? ¿Es que esperaban una equis en el plano o un cartel de «bienvenidos al centro»?

Y lo que es peor, ¿de qué manera explico a estas buenas personas cómo llegar a lo que quieren ver, sin pistas sobre lo que esperan encontrar y sin extraviarse? Porque, hay que reconocerlo, es complicado indicar a alguien que desconoce absolutamente la ciudad el itinerario hasta el Alcázar, o la iglesia de San Miguel, la catedral o cualquier bodega. Y si, encima, tengo que desempolvar mi inglés para conseguir que estos visitantes lleguen sanos y salvos a algún destino atractivo, pues apaga y vámonos.

Así que hago lo de siempre: les mando a la calle Larga y, desde allí, que callejeen por donde quieran, porque, al fin y al cabo, la mejor manera de conocer una ciudad es perderse en ella. Y lo digo por experiencia.



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