La voz Digital
Sábado, 6 de mayo de 2006
  Alertas   Envío de titulares    Página de inicio
PORTADA NOTICIAS ECONOMÍA DEPORTES OCIO CLASIFICADOS SERVICIOS CENTRO COMERCIAL PORTALES


PORTADA
LEVANTE EN CALMA
Disfraces de Feria
Imprimir noticiaImprimirEnviar noticiaEnviar

Publicidad

Prepararse para la Feria tiene su miga. Por el mes de febrero comienzas a airear los trajes de gitana e intentas embutirte en él con cara de haber estado todo el año a verduras y filetes a la plancha. Problema one: las lavadoras son unos artilugios infernales que te hacen la puñeta y encogen la ropa, sobre todo la tuya. La niña llega del colegio y la convences para que se deje caer el traje. Segundo problema: «Mamáaa, el vestido me está cortísimo». Otra verdad irrebatible, las niñas crecen, pero vamos como 20 centímetros, días antes de probarse el traje de gitana.

En estos momentos de crisis suele aparecer la abuela. Con su fe ciega en que todo tiene arreglo intenta convencer a la niña de que bajando los volantes y sacándole la alforcita del año pasado... Al final para evitar disgustos mayores acabas en la tienda de trajes de gitana y pasas la tarde gastándote más de lo que te puedes permitir, jurándote para tus adentros que dejas las croquetas y el chocolate, y naturalmente peleada con tu madre, con tu hija y con el controlador del ORA que te ha puesto la multa por pasarte, total, hora y media.

Después de este calvario me pregunto siempre para qué nos sometemos a este martirio anual de los dichosos trajes. Menos mal que como hablo tanto conmigo misma me respondo rápidamente: «Imagínate una Feria sin vestirte de gitana». Y sin esfuerzo me veo a las tres de la tarde del lunes de Feria con la cama hecha un monte de ropa y con las lágrimas en la pole del rabillo del ojo porque «no sé que ponerme». Bueno sí sé, pero la falda y la camiseta que me gustan no encuentran zapatos que combinen y sean cómodos y del bolso, ni hablamos.

Total que me disfrazo y me voy a la Feria feliz, sin que se me vean los pies y sin bolso por supuesto. He dicho disfrazo, vaya. Quizá sería más correcto decir, me pongo el traje de faralaes para honrar las costumbres típicas de mi realidad nacional. Quizá, pero como tiendo a la incorrección terapéutica insisto, me disfrazo. El traje de gitana puede ser muy cómodo por lo que comenté más arriba, y hasta puede que te realce la figura a base de no dejarte respirar ni sentarte, pero no me negarán que es un disfraz. O si no, probemos a imaginarnos a un hombre, sin caballo, explicando en mitad de la Feria que va vestido de corto «porque el autobús me sale gratis y me evita pensar qué ponerme, qué cómodo». ¿No piensan que el tío está para que lo ingresen en una chirigota?

El para qué nos vestimos de gitana parece que lo he resuelto, pero ¿para quién o quiénes nos vestimos? Póngase como pueda el vestido que se hizo hace doce ferias y plántese delante de su marido, su novio o su amante y hasta delante de su hijo. Cien contra uno a que le dicen que el traje le sienta estupendamente y que está guapísima, aunque esté más pasado que la mirinda. Excepto mi amiga Ana, que verdaderamente tuvo un traje diseñado por su marido, no conozco a ninguna mujer que se vista mas que para ella y para el resto de las personas que aprecian el esfuerzo, y que mayoritariamente son mujeres.

Y esa es otra. Podemos decir en toda la Feria la frase «qué traje más mono, cómo te sienta» unas cien veces y pensarlo la mitad. Como todo disfraz que se precie no deja de ser eso y si tú no te crees María Guerrero e interpretas el papel a la perfección, no resulta creíble y el traje te sienta como te sienta. ¿Se ha mirado alguna vez al espejo cuando después de diez horas en la Feria llega a su casa? Horroroso. Y no es fruto del cansancio ni del vino (bueno un poco), sino de que ha perdido la concentración y ya no interpreta.

Si lo pienso la Feria en sí es eso, pura interpretación. «Qué bien te veo, nos llamamos» es quizá la frase más repetida. Interpretan los caballistas, el casetero con su tortilla recién hecha, los toreros, los que salen del Hontoria de día y se justifican: «mis amigos, que no me dejaban venirme» y hasta los niños cuando prometen que será la última vez que pidan ir a los cacharritos. De los políticos, mejor ni hablamos. Vamos, un teatro inmenso en el que el disfraz es hasta un refugio.



Sudoku Canal Meteo Horóscopo
Vocento