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Sábado, 6 de mayo de 2006
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CULTURA
JUAN JOSÉ TÉLLEZ PERIODISTA Y ESCRITOR
«Los libros te dan la oportunidad de vivir vidas prestadas»
El columnista de LA VOZ, que inauguró anoche la XXI Feria del Libro gaditana, charla sobre libros, poesía, periodismo y futuro
«Los libros te dan la oportunidad de vivir vidas prestadas»
BALUARTE. El pregonero de la edición iniciada ayer, junto a la fortificación en la que se celebra la Feria del Libro de Cádiz. / ÓSCAR CHAMORRO
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Juan José Téllez podría tener un duende soplándole frases al oído. Una criatura gamberra al tiempo que romántica, descreída pero idealista, siempre a punto para susurrarle la palabra perfecta. Desde su sino de escritor incorregible, de observador nato y poeta, este barbudo apátrida percibió hace mucho tiempo que la palabra era el más ambicioso vehículo de co-nocimiento. Desde entonces la cuida como a una niña guapa, la mima deslizándola por versos de color, relatos inconfundibles y artículos periodísticos. Bendecido hace años con el don de la ubicuidad, su presencia es imprescindible allí donde prospera un libro, una buena charla de vocación filosófica, una divagación sobre la utopía y la lucha. Con dos poemarios recientemente publicados, ayer fue el encargado de inaugurar la Feria del Libro gaditana. Una excusa para hablar de libros y mucho más...

-Pregonero de la gran fiesta de las letras, pero anoche no sólo habló de ellas...

-Los libros son una llave para abrir otros mundo. Juan Eslava Galán dice que uno no puede alargar su vida pero si ensancharla con la lectura. Los libros te brindan la oportunidad de vivir vidas prestadas. Son un complejo vitamínico para las ideas. Creo en el poder mágico de las palabras porque la imagen es a Santo Tomás lo que la palabra a Santa Teresa. Con una imagen puedes tocar la llave de lo real pero mil palabras te hacen levitar.

-Todavía hay quien se pregunta para qué sirven los libros...

-Permiten optimizar los recursos de la vida, te enseñan a ver un paisaje, a pasear una ciudad, a oír músicas diversas, a respetar la sabiduría de los analfabetos, a interpretar el hermoso jeroglífico de la pintura, a tocar con ma-nos adecuadas el mármol del David de Miguel Ángel y a imaginar, también, que John Ford nos guiña el ojo bueno.

-¿Cree que la gente ha olvidado esta razón última de la lectura?

-Sí, como también se han dejado escapar las conversaciones en la silla de enea al relente del verano, cuando las calles olían a dama de noche y la gente se acordaba de que no está prohibido el cante en todas las tabernas.

-¿Es quizás una generación más light?

-Creo que no tiene nada que ver con la generación sino con el carácter de las personas. No creas que antes era muy diferente. La revista Triunfo cerró por falta de lectores, Franco murió en la cama y la imaginación nunca llegó al poder. En mis tiempos también había chuflas importantes, gente que empezó creyendo en la utopía y terminó creyendo en las autovías... Suele decirse que mi generación fue la del cambio, la de la posmodernidad pero no hay que olvidar que también fue la del pelotazo.

Nuevas generaciones

-No hay que sacralizar el pasado...

-No, pero si es verdad que en estos últimos años hemos perdido derechos. Cuando yo estudiaba Historia en la Universidad de Cádiz la discusión entre los jóvenes radicaba en si era legítima la lucha armada. Ahora los cerebros mejor amueblados discuten si la flexibilización del despido crea empleados o esclavos. Es en ese salto donde hemos perdido los papeles. Ahora, en aquel tiempo lo que preocupaba a la gente corriente era la vida sentimental de la Duquesa de Alba y ahora lo que preocupa es la vida sentimental de la hija de la Duquesa de Alba. Creo que sólo el Sindicato de Obreros del Campo sigue ocupando su sitio...

-La gente vive más al margen de las cuestiones políticas y sociales.

-Es el pacto de las ventas a plazo, de las tarjetas de crédito y de las hipotecas. Creo que la convivencia entre las personas se explica actualmente más por eso que por la política. Estamos tan endeudados y tan preocupados por endeudarnos más que no tenemos tiempo para sueños, ni para pesadillas. Lo único que me consuela es que los fachas lo tienen peor que yo.

-¿Usted cree?

-Hablo del facha puro y duro, del de siempre, los otros están instalados en el poder real.

-Usted estudió Historia pero en realidad soñaba con la escuela de periodismo...

-Sí, yo quería ser periodista porque quería ser escritor pero mi padre era albañil y deduje que aquella decisión iba a traer muchos disgustos y poco dinero. En aquel momento creía buscar la profesión que más se acercaba a la Literatura pero me equivoqué. Por aquel entonces ser periodista tenía algo de literario y de romántico pero ahora parece que se ha hecho buena la frase de Miguel Delibes de que el escritor debe acabar con el periodista antes de que éste lo haga con él. No obstante, aún me sigue apasionando el periodismo.

Poeta y periodista

-Y en el eterno debate, ¿se siente más escritor que periodista?

-Me siento ambas cosas y creo todavía que es posible que sean lo mismo. En este momento tengo la hermosa sensación de que me pagan por contar lo que voy vi-viendo ya sea en forma de artículo como de relato, poema, poesía o ensayo. Yo no quiero vivir para contarlo sino para vivirlo y si luego lo escribo y me pagan por ello pues mejor que mejor.

-¿Qué le han aportando sus años como informador?

-El periodismo me ha evitado ser un poeta épico. Cuando estaba cabreado por algo o dolido, en vez de escribir un poema para cambiar el mundo, escribía un reportaje para intentar cambiar al político, supuestamente responsable de aquello. Normalmente no he tenido suerte en ninguno de los casos, ni cambié el mundo ni a los políticos pero, afortunadamente, ninguno de ellos me ha cambiado demasiado a mí.

-¿Y que me dice de que en el mundo de las prisas y el «aquí y ahora», vaya Téllez y vuelva a esgrimir la poesía?

-La poesía ha estado unida a mí desde siempre. Me servía para ligar porque nunca he tenido una Kawasaki. A las niñas de la academia de la Avenida de Portugal las invitaba a subirse a una metáfora. Ahora sigo intentando ligar afectos. Creo firmemente que la poesía es un alma de emociones y que en gran medida nos ayuda a creer que somos algo más que oscuros hombres grises, que nos creemos dueños de un tiempo hecho a la medida de los poderosos. Si no puedo mover la historia con un poema a lo mejor sí que puedo conmover corazones.

-¿Todavía cree que pueden cambiar las cosas?

-Yo he protagonizado deshonrosas rendiciones de Breda pero sigo sin tirar la toalla. Soy como Rocky IV, con la cara K.O. pero creyendo que todavía puedo ganar por puntos. Cada vez creo en menos cosas pero en las que creo, creo mucho.

-¿Y cuáles con esas cosas?

-Creo en la Libertad hecha a la medida de la Revolución Francesa, unida a la Igualdad y la Fraternidad. Sin la ecuación de esas tres palabras no sería posible la única utopía que nos queda que es la sensatez, el sentido común, aquello a lo que el siglo XIX puso el equívoco nombre de socialismo.

-¿Y donde queda en esa ecuación la propiedad privada?

-Álvaro Mutis dice que la última noticia que le interesó fue la toma de de Constantinopla por los turcos. A mí, la de Jerez por la mano negra. No debemos olvidar que vivimos en una burbuja y que fuera hace mucho frío. Europa es un oasis porque a pocas millas de distancia está África, azotada por el sida, el hambre y las guerras.

Las redacciones de hoy

-Veterano periodista e incluso ex director de periódico, ¿cómo encuentra las redacciones actuales?

-Me gustaría pensar que hay compañeros que piensan que las noticias no crecen en los árboles, en el fax o en los correos electrónicos. Me gustaría pensar que algunas de las personas que salen de las facultades no van a asustarse si se encuentran una noticia por la calle pero no soy tan ingenuo como para pensar que van a poder contarlo libremente.

-La autocensura

-Y a veces quítale el auto. Yo entré en el periodismo en un momento en el que se estilaba escribir entre líneas porque no había libertades formales. Pero en ese mismo tiempo el director del principal suplemento cultural de la época, insertado en periódicos de la Falange, era un comunista. Eso es impensable hoy en día. Dice Moncho Alpuente que echa de menos al redactor jefe que tuvo en el diario Pueblo, un falangista de los de tirantes y camisa que le perseguía gritándole rojo de mierda cuando le pedía más sueldo. Hoy las redacciones están llenas de yuppies que no permiten meterle un gol a la línea editorial de la empresa. Antes las cosas estaban más claras ahora ya no hay tirantes...



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