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Viernes, 28 de abril de 2006
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CALLE PORVERA
Casetas a la carta
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Al final acabarán todos cabreados. Unos porque les dará el lonrenzo de pleno a las cuatro de la tarde, otros porque tendrán el Opa voy hace un corrá sonando a miles de decibelios en la caseta vecina, otros tantos se quejarán porque no están junto a los recintos más señoriales del real. Y mira que el González Hontoria es grande. Fijo que al final son todavía más los que no se quedan contentos con la ubicación de su caseta.

Y es que eso de la dispersión de las casetas juveniles está creando más quebraderos de cabeza de lo esperado. El fin no es malo, cierto es. La regla de tres no suele fallar. A menor número de gamberro junto por metro cuadrado, menor número de peleas diarias.

Pero ahora, imagínense a ese jerezanísimo repeinado -tela de gomina estirando ese cabello pa trás- su chaqueta naranja mandarina conjuntada con su corbata azul cielo de mayo, abriéndose paso entre jóvenes botelloneros e intentando que su copita de fino -soportada frágilmente por su índice y su pulgar- no se derrame. No acabo de visionarlo.

Después, queda la opción integradora. Esa por la cual los diferentes estratos sociales -que haberlos haiylos también en el real- puedan quedar unidos por el amor al lunar y al farolillo. A lo mejor el domingo o el lunes de feria es demasiado pronto para que nazca la amistad. Aún se está iniciando la semana. Pero quién sabe si el martes tienen que pedirle un poco de sal a la caseta vecina, y poco a poco va naciendo un vínculo fraternal, hasta acabar el viernes o el sábado mezclando el botellón con el fino. Lo chungo puede ser la terrible resaca.



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