Semanas después de ser blanco de multitudinarias protestas por un contrato laboral juvenil, el primer ministro, Dominique de Villepin, defendió ayer de nuevo su imagen, esta vez por un escándalo de calumnias contra la clase política francesa acusada en falso de tener cuentas en paraísos fiscales.
Este escándalo nació en 2004 debido a las acusaciones falsas de un informante que afirmó que numerosas personalidades, entre ellas el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, tenían cuentas secretas en el extranjero gracias a la sociedad francesa Clearstream, con sede en Luxemburgo, uno de los paraísos fiscales de la UE.
Este informante, que no fue identificado, envió una lista con nombres de políticos al juez Renaud Van Ruymbeke, quien demostró que estas listas eran parcial o totalmente falsas.
La prensa francesa concede de nuevo al asunto una especial importancia, ya que es uno más de los ejemplos más de la rivalidad entre De Villepin y Sarkozy, a un año de las elecciones presidenciales. Desde finales de 2004 los allegados de Sarkozy habían acusado a De Villepin, que era en la época ministro de Interior, de haber ocultado las conclusiones de una investigación de los servicios de inteligencia que libraban al primero de toda responsabilidad.