¿¿Éramos pocos y parió la abuela!! Como no tenemos bastante con la plaga de sanguijuelas que nos chupan la sangre mensual, trimestral, semestral y anualmente, una horda de facinerosos asaltan Jerez violentando la paz de nuestros hogares, saboteando nuestra intimidad, apropiándose de nuestros ahorros y de cuantos objetos de valor encuentran a su paso, algunos incalculables por su carácter sentimental.

Procedentes de la Europa del Este, de la América Latina y del África Subsahariana, nos han ido rodeando y como si de una logística de guerra se tratara, han acabado creándonos un sentimiento de inseguridad, hallándonos en la certidumbre de que los próximos en caer seremos nosotros en esta macabra oleada de robos que los jerezanos venimos padeciendo.

Al parecer, estos especialistas campan a sus anchas y no existen medios de disuasión ni represión capaces de frenar su afán de reventar puertas, rejas y cajas ¿fuertes? Hemos perdido la confianza en los costosos sistemas de seguridad y, por supuesto, en nuestras fuerzas del orden, que por escasas, las efectivas bandas sortean, teniéndolos en jaque continuamente, siéndoles prácticamente imposible darles caza. Tal si fueran Alibabá y los 40 ladrones asaltan y desaparecen para regresar de forma imprescindible, dar otro golpe y esfumarse como por ensalmo a la seguridad de su cueva.

El clamor popular se ha encargado de poner en circulación la leyenda de que están comandados por un cerebro tipo Ronald Biggs y que para sus asaltos están en posesión del «ariete óleo-neumático» con el que hacen saltar las puertas en pedazos, o la «lanza térmica» con la que pulverizan las cajas fuertes, así como que utilizan distorsionadores o inhibidores de frecuencias para anular las alarmas. Pero el escalofrío mayor que nos han hecho sentir, es cuando nos han dicho que son albanokosovares y que proceden de la guerrilla, seres sin alma capaces de las mayores atrocidades si no les damos los cuartos sin chistar.

Los cierto es que estamos pagando cara la decisión de la Comunidad Europea de abrir de par en par las puertas de las fronteras. Esta permisividad ha hecho que ya sean más de un millón de inmigrantes los que tenemos entre nosotros y que buena parte de ellos estén en situación ilegal y se encuentren en paro y que, como de algo tienen que vivir, se dediquen a delinquir.

Los que en su día, en la Bosnia-Herzegovina fueron comandados y entrenados para el asalto, díganme ustedes qué dificultad les puede suponer el cerrojo FAC de la puerta de mi casa y, si hartos de reventar polvorines y fortines en sus incursiones contra las posiciones albanesas, la aparente caja Fichet que tengo en la alacena tiene que ser para ellos lo que para mi es abrir un huevo Kinder.

Téngase en cuenta que a tenor del modus operandi y de las herramientas que abandonan en nuestras casas y jardines, no son cacos cualesquiera, pertenecen al cuerpo de ingenieros zapadores y de minas formados para el apoyo de guerra. En fín, como diría nuestro delegado munícipe «bichos chungos» que no van a dejarnos hasta que no hayan dado un repaso a todos los chalés de Montealto, la zona de El Cuco, la costa...

Mientras tanto las empresas instaladoras de alarmas hacen su agosto, no dan abastos y los comerciantes se frotan las manos como Tío Gilito y acuden prestos como abejas al panal para ofertarnos los más sofisticados e «infalibles» sistemas de seguridad precios absolutamente dispares y disparatados; con el agravante de que una vez que nos lo instalan monopolizan nuestra seguridad ya que los sistemas son incompatibles entre ellos y nunca podremos contratar otras opciones.

Como la unión hace la fuerza, los propietarios ya barajan la posibilidad de cercar la urbanización con una valla de 3 metros y hacer de Montealto una especia de Gibraltar jerezana con sus tiendas de Duty-free y todo, para que solo entren los propietarios y el Espíritu Santo.

Rafael Lorente Herrera. Jerez