Aunque la Casa Blanca insiste en que Osama bin Laden es un terrorista aislado, incapaz de dirigir Al Qaeda y ocupado con evitar su captura, la esporádica propaganda del enemigo número uno de EE UU no deja de poner en aprietos a la Administración Bush. Cada vídeo es aprovechado por los opositores del Gobierno de EE UU para cuestionar las decisiones y prioridades adoptadas tras el ataque terrorista del 11-S. Al senador John Kerry, aspirante presidencial de 2004, ayer mismo le faltó tiempo para insistir en que la dominical aparición de Bin Laden sólo sirve para recordar el gran fracaso que supuso dejarle escapar durante la invasión de Afganistán con mínimas fuerzas del Pentágono.
Aunque las comunicaciones del terrorista saudí a través de la cadena de televisión Al Yasira -a CNN del mundo árabe- ya no se traducen automáticamente en alarmas generales y despliegues de seguridad extraordinarios, sí que sirven para cuestionar la capacidad de la Administración Bush. Entre encuestas que apuntan cómo una gran mayoría de estadounidenses no se cree que su Gobierno vaya a ser capaz de terminar con el terrorista más buscado en el mundo. Y hasta la oposición demócrata ofreciendo lecciones de cómo saldar esta asignatura pendiente.
La versión más repetida en Washington es que Osama bin Laden, desde su reprochada huida de las montañas de Tora Bora se encuentra escondido en algún punto de la porosa y montañosa zona fronteriza compartida por Afganistán y Pakistán a lo largo de más de 2.400 kilómetros. Además se le supone separado de su número dos, el egipcio Ayman al Zawahri, y rodeado solamente por un pequeño grupo de árabes de máxima confianza. Como mucho, una veintena de compinches. Esta separación ha dado pie a especulaciones sobre un posible enfrentamiento entre los dos conocidos líderes de Al Qaeda. Suspicacias basadas en que ninguno de los dos destacados terroristas suele mencionar el nombre del otro durante sus pronunciamientos públicos, su historial de organizaciones separadas antes de unir fuerzas en 1998, y la multiplicación de mensajes de Al-Zawahri que algunos interpretan como un intento de eclipsar a Bin Laden.
Sin embargo, no faltan aseveraciones de que esta separación física refleja más bien una decisión táctica de seguridad que el lujo de un debilitador cisma en la cúpula de la organización terrorista Al Qaeda.