El lunes a las cinco de la tarde, después de ponerse el delantal y de lavarse bien las manos, su primer ejercicio será la elaboración de un potaje de garbanzos con acelgas. Son quince hombres, los primeros en inscribirse en el curso A cocinar con un par de huevos, una iniciativa del centro cultural gastronómico El Salero de Chiclana que ha contado con el respaldo de la delegación de la Mujer del Ayuntamiento de Chiclana que ha subvencionado este curso, gratuito para los participantes.
El éxito del proyecto ha sido total y en las oficinas de la Delegación de la Mujer de Chiclana se han recibido cerca de 40 solicitudes de hombres con ganas de meterse en la cocina. La encargada de enseñarles, en quince horas de clase, los primeros pasos para convertirse en cocinero de casa es Ana Rivera Cuadrado, la directora de este centro cultural. La profesora señala que de una forma lúdica el «objetivo es liberar a la mujer de una de sus tareas tradicionales, la cocina, tratando de que los hombres se incorporen a estas labores y sean capaces, también, de llevarlas a cabo», dice.
Rivera destaca que tras este curso la frase «con un par de huevos», que tiene tintes machistas, querrá decir mucho más para los cursillistas porque aprenderán la cantidad de cosas que se pueden hacer con dos huevos de gallina.
Ana Rivera es historiadora y ha realizado también una sólida formación en cocina, trabajando además en la hostelería en diversos puestos, hasta que hace dos años se decidió a poner en marcha su propia iniciativa empresarial, este centro cultural, que se ha convertido en pionero en la provincia, en el que se imparten diversos cursos relacionados con la cocina y en el que se ofrecen también comidas con el objetivo de promocionar la gastronomía de la zona. La directora de El Salero destaca que aunque se quiere realizar un curso divertido en el que cada día los cursillistas se comerán lo que han hecho en las clases, se intenta también lograr que los hombres se interesen por el mundo cultural de la cocina. Rivera se muestra muy preocupada por la pérdida de la cultura gastronómica, de una serie de platos que se van dejando de hacer por parte de las nuevas generaciones y que se perderán.
Considera que, al igual que se lucha porque no desaparezca el lince ibérico, un monumento o un paraje natural «igual de importante es que no desaparezcan la poleá o un potaje de tagarninas, simplemente porque no hay nadie ya que los sepa hacer», constata. Ana Rivera destaca que muchos de los problemas de salud que se están dando ahora en los jóvenes, como la presencia de colesterol a edades muy tempranas, está en que los niños comen mal, precisamente porque se ha perdido por falta de tiempo o de conocimiento todo este recetario natural que lleva a la consumición masiva de comida basura. Rivera considera que si se educa a los niños a practicar la dieta mediterránea y sus padres se la cocinan este problema habrá desaparecido.
La incorporación de la mujer a la vida laboral ha hecho que pueda dedicar menos tiempo a la cocina, de ahí la importancia de que el hombre se incorpore a esta actividad y así, entre los dos, poder recuperar la comida sana.
Por eso uno de los objetivos del curso será la elaboración de recetas tradicionales como el puchero o los potajes, pero el objetivo, de todos modos, es lograr que con estas clases los cursillistas sean capaces de moverse sin dificultad en una cocina.
Reciclaje
El objetivo no sólo será que lleven a cabo recetas, sino que aprendan a reutilizar las sobras de una comida para elaborar otras y que tengan nociones para hacer de forma acertada la compra. Tratan de «introducir al sexo masculino en la cocina, lugar al que sólo se acerca el domingo para hacer el arroz y quedar como un rey delante de los amigos, dejando detrás suyo un campo de batalla de tiestos y cacerolas sucias. Los niños verán también a sus padres realizando labores de cocina y aprenderán que no es una labor solo de mujeres con lo que se incorporarán a él de forma natural», concluye. Una de las asignaturas que aprenderán los cursillistas es la de la elaboración de «un fondo de congelador». De esta personal manera bautiza Ana Rivera el conjunto de productos que nunca deben faltar en el congelador para no verse en apuros a la hora de tener que hacer una comida o de solucionar un compromiso de última hora.
En un buen fondo de congelador, indica Rivera, no debe de faltar nunca una salsa de tomate frito casera o un caldo del puchero dividido en pequeñas porciones individuales para así utilizarlo en alguna noche «en que no tengamos ganas de hacer nada» o para elaborar una salsa para un plato de lujo.
Rivera destaca que para llenar el congelador también es fundamental la cocina de las sobras, elaborar croquetas, albóndigas o verduras rellenas, con las sobras de cualquier guiso.
Con todos estos toques de humor esta profesora trata de quitar a sus alumnos «el miedo que traen al principio. Temen hacer el ridículo, que no puedan comerse lo que han cocinado, pero al final vemos que no pasa nada, que todo es comible y que hacer un plato no es tan difícil como parece en un principio».