Treinta años en antena es un logro, pero si además es con un programa de música clásica, el hecho se convierte en hito. Eso es lo que ha conseguido Fernando Argenta, que acaba de cumplir tres décadas al frente del programa Clásicos populares en RNE. El secreto de la longevidad de su espacio, según Argenta, es la «naturalidad» y huir de una concepción «elitista» de la música clásica.
-El programa cumple 30 años... ¿le resulta complicado hacer balance?
-Ha sido todo tan positivo, tan maravilloso, que hacer balance resulta super agradable. He conseguido que se me identifique con el programa que presento y eso me llena de orgullo personal y profesional.
-Lo veo emocionado.
-De no ser por Clásicos populares no sé lo que hubiera sido de mí. A lo largo de mi carrera he hecho programas de pop, jazz, folk La música clásica ha evitado que me dispersara, ha sido mi asidero e incluso, sin exagerar, mi tabla de salvación.
-Treinta años en su programa de radio y seis en TVE con El conciertazo ¿Cómo ha logrado que sobrevivan tantos años?
-Además hay que tener en cuenta que es un género musical al que le cuesta mucho llegar a todos los oídos.
-Díganos su secreto.
-Nosotros hemos ido con sencillez y sin ánimo de sentar cátedra. Mi intención y la de todo el equipo, tanto en el programa de radio como en el de la tele, es tratar de contagiar, a la vez que compartir de la manera más humilde, el gusto por la buena música, tratando de tú a tú a los clásicos.
-Eso no habrá sentado muy bien a los considerados puristas
-El mundo de la música clásica desde siempre ha sido un círculo muy cerrado. Hace unos años, cada vez son menos, había personas que se creían seres superiores y Clásicos populares irrumpió con toda naturalidad y sin ínfulas en ese mundo elitista y consiguió un montón de amigos que, desde hace treinta años, nos siguen con fidelidad canina todas las tardes a través de las ondas de RNE.
-¿Se imaginaba este éxito?
-Son cosas que se sueñan, pero de ahí a que las veas hechas realidad va un abismo. Me siento una persona muy afortunada. Una de mis metas era ser director de orquesta y El conciertazo me ha dado la oportunidad de conseguirlo.
«Apostar por la belleza»
-¿Cree que ha creado escuela?
-No soy tan presuntuoso, sino simplemente un apasionado de la música y de mi trabajo. La música clásica siempre ha sido la Cenicienta en todo. Desde hace unos años, la cosa parece que está cambiando y se le está dando la importancia y el trato que merece. No creo que haya sido por nuestra culpa, pero algo hemos hecho.
-¿Son Clásicos Populares o El conciertazo el ejemplo de por dónde deben encaminarse la radio y la televisión pública?
-Soy un defensor de los medios públicos y de todo aquello que sea entretenimiento, que tenga calidad y apueste por el buen gusto. Lo que hay que hacer es detener y huir de la telebasura. Esas cosas son las que tienen que marcar las diferencias entre una cadena pública y otra que no lo es.
-Eso que me dice está muy bien, pero luego las audiencias mandan
-Cuando veo los resultados se me queda una cara de pena... No por no tener esos datos, sino porque la audiencia muestre esa insensibilidad. Hay que amar más el arte, ser más dialogantes y apostar por la belleza. De nada sirve que unos cuantos nos preocupemos por tratar de apostar por la calidad para que luego se lleven el gato al agua esos programas en los que gritar e insultarse parece que es lo que más gusta. La televisión tiene mucho poder y sería bueno que se empleara para causas más honorables.