Soy la madre de una niña de 18 meses que nació con una cardiopatía congénita en el Hospital de Jerez de la Frontera el día 18-8- 2004. Nada más nacer le detectaron lo que se conoce comúnmente como «un soplo». En las distintas exploraciones, se dieron cuenta que había algo más, algo que no sabían diagnosticar. La cardióloga Mª del Carmen (R. V. I.) la derivó al Hospital Virgen del Rocío, Sevilla, donde le diagnosticaron «drenaje venoso pulmonar anómalo total a aurícula derecha».
La niña estaba mal. Tenían que operarla urgentemente. Pasaban los días, las semanas... y María seguía esperando. De los dos cirujanos especializados en cardiopatías en este hospital, uno de ellos se encontraba de vacaciones, y el otro de baja laboral. A la espera de que se incorporaran, todos los niños continuaban esperando (sufriendo consecuencias irreparables para algunos de ellos).
Mi hija fue una de las afortunadas que decidieron derivar a Madrid, al Hospital Ramón y Cajal. Ahora sí estaba en buenas manos, ya que aquí disponen de un buen equipo médico, de profesionales que trabajan con vocación, poniendo el corazón en cada paciente que tratan, no considerándolos como un número de historial, cosa que sí ocurre en los hospitales de Sevilla, y de Jerez. La operaron fue el 2-12-04 (desde agosto que nació). Fueron tres meses de lucha día a día, donde anhelábamos la vuelta a casa. Pero claro, no pensábamos en que volvíamos a Andalucía, y el seguimiento de María lo tendría en Jerez.
Soy una madre dolida, porque teniendo un hospital tan grande, estos niños con cardiopatías congénitas se encuentran abandonados a su suerte. La cardióloga (R.V.) siempre está ocupada, y en el caso de que atienda, su pregunta siempre es : ¿puede esperar para mañana? Es decir, si tu hijo se pone enfermo y tiene que entrar por urgencia, sólo te queda rezar para que haya algún profesional que sepa cómo tratar a estos niños tan delicados.
María Ramírez Salado falleció a los 18 meses el 7-3-06 al entrar a las 9 de la noche por urgencias y no tener la suerte de ser atendida por un profesional cualificado. Así pues fue atendida por un médico sin experiencia, poca vocación y humanidad, quien no supo actuar con eficacia y dejó pasar el tiempo. Viendo que el caso le venía grande y haciendo caso omiso a la petición de los padres de traslado hacia Madrid (donde la intervinieron, conocían su historial...), a las 2 de la mañana la derivó a Sevilla, donde transcurrido el tiempo de traslado en ambulancia y entrada en el hospital Virgen del Rocío no dio tiempo a hacer nada por María. Falleció a las 5 de la mañana.
Escribo esta carta para que el caso de mi hija sirva para que otros niños con problemas de cardiopatía tengan, en su lugar de origen, medios y profesionales que puedan tratar sus cardiopatías, y no estén abandonados a su suerte.
Patricia Salado Sánchez. Jerez