El problema estatutario de Andalucía consiste en que Andalucía no tiene problema estatutario, y ese hecho diferencial encaja difícilmente en el apasionamiento de otros hechos diferenciales, generadores de auténticos problemas. Cuando un problema no existe, algunos políticos no pueden resistir la tentación de crearlo, dicho sea sin ánimo de difamar a la política, y así hemos visto que la izquierda andaluza -PSOE e IU- y el centro derecha -PP y PA-, han roto el consenso que le unió durante la elaboración en ponencia del proyecto de estatuto porque, a iniciativa socialista, en el preámbulo se define a Andalucía como «realidad nacional». Los preámbulos estatutarios van a convertirse en el escaparate de las definiciones territoriales más diversas.
Han ido a Sevilla, en apoyo del estatuto andaluz y para explicar las bondades del catalán, Duran Lleida, por CiU, y Manuela de Madre, por el PSC. Uno y otra saben lo que es un problema estatutario, el voto en contra de los populares y del independentismo republicano, aunque éste lo cambie tal vez por el sí en el referéndum. Y también sabe de este tipo de problemas el lehendakari Ibarretxe, quien ayer departió durante casi tres horas con el líder batasuno Otegi. Y Otegi vino a decir ayer que mientras las fuerzas policiales y los servicios de inteligencia comprueban si ETA cumple rigurosamente el alto el fuego, la izquierda abertzale quiere verificar si se abren vías para que la unificación de una Euskalherria independiente, sobre bases socialistas, pueda someterse a consulta, con la presumible intención de que el pueblo vasco diga si quiere ser independiente y socialista ¿de qué línea y en qué grado?
Andalucía es una realidad nacional en el preámbulo de su proyecto de estatuto, que podrá ser corregido en aras de la recuperación del consenso político, para lo cual el presidente Chaves y el popular Arenas están realizando esfuerzos de aproximación. Pero, ¿qué es Andalucía fuera de ese preámbulo? Debe anticiparse que a los andaluces nunca les ha interesado averiguar quienes son, tal vez porque lo saben muy bien, y les basta con saberlo, sin necesidad de definirlo. Pero es tan conmovedor el delirio histórico del preámbulo, que merece el máximo respeto, sobre todo al decir que el pueblo andaluz es un «pueblo asentado desde épocas milenarias en un ámbito geográfico diferenciado...». Todos los ámbitos geográficos suelen ser diferenciados, y desde el centro y el Norte de España se habla a veces de Andalucía como de Despeñaperros para abajo, igual que el Ebro, a una u otra de sus orillas, asienta paisajes y habitantes diferentes. Al Norte del Ebro significa a menudo Cataluña. Y al Sur del Ebro, las diferencias mesetarias, no muy apreciadas desde el otro lado. Pero Andalucía goza del hecho diferencial de simultanear la pujanza económica y el trabajo (con las excepciones lamentables del paro estacional) con una forma de vivir que sería la síntesis de varios pensamientos milenarios. Ha sido Andalucía el territorio de Al Andalus más largamente dominado o regido por el Islam, hasta hace sólo cuatro siglos, y en él se habían asentado los vándalos, posiblemente las tribus germánicas de mayor sensibilidad estética, y así hasta hoy, cuando igual se despiertan los andaluces queriendo ser comunidad autónoma de primera división, y votan a favor de ello en el referéndum del 28 de septiembre de 1980, que dicen que de nación, ni hablar, que nacionalidad, comunidad o región.