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Jueves, 20 de abril de 2006
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CALLE PORVERA
querida primavera
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Me encanta la primavera. Da gusto levantarse de la cama, mirar por la ventana y contemplar un cielo de un límpido color azul y un sol tan deslumbrante que dan ganas de... bajar la persiana y seguir durmiendo. Salir también es un placer: poner un pie en la calle y contemplar tanta luz invita a dar un paseo para disfrutar del espectáculo que ofrecen los naranjos en flor, los parques en flor, los jardines en flor y las glorietas en flor.

Aunque hay inconvenientes. No es necesario recordar lo que nos ocurre a los alérgicos con tanta flor: el presupuesto familiar se espachurra a base de visitas a la farmacia para comprar pañuelos de papel, gotas, sprays, antiestamínicos o cualquier producto milagroso que nos quite la tos y el moqueo-lloriqueo incesante.

Después está el problema de la ropa, y las 'curiosas' combinaciones a las que obliga la temporada: botas altas con camisetas de manga corta, jerseys de lana con bermudas, medias con tops de tirantes,... El simple acto de vestirse se convierte en una aventura, que empieza con un periodo de tiempo indeterminado contemplando, de pie, el interior del armario para elegir la indumentaria más adecuada y no pasar calor al sol ni frío a la sombra.

Pero lo peor es, sin duda, las ganas de mandarlo todo a paseo, el trabajo, las responsabilidades, y de largarse a la playa, la montaña... o a la calle Larga, aunque sea, para tomar una cervecita y ver pasar a la gente sin hacer nada productivo. Entonces caes en la cuenta de que llevas ya casi un año trabajando, y en que aún quedan largos meses para pillar vacaciones, a pesar de que las cogerías ya de ya. Odio la primavera.



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