Zapatero se estrenó en Moncloa con un gesto pocas veces visto. El 18 de abril de 2004, un día después de jurar el cargo, ordenó la retirada de las tropas de Irak, lo que obligó a reorientar toda la política exterior de España. Ni en el PSOE ni fuera de él esperaban una decisión de tal calado. El presidente quiso que aquel puñetazo en la mesa fuera una señal de lo que iba a ser su gestión. La medida contó con el aplauso de todo el arco parlamentario, menos del PP, una correlación de fuerzas que ha proporcionado al Ejecutivo una solidez impropia para una minoría de 164 diputados.

En el terreno económico, son varias las asignaturas pendientes. Los anunciados cambios fiscales no han despertado entusiasmo en los socios parlamentarios, y las modificaciones laborales no han echado ni a andar. La agenda internacional tampoco es un dechado de éxitos, a lo que ha contribuido no poco la escasa actividad diplomática del presidente del Gobierno.