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Lunes, 17 de abril de 2006
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MIRADAS AL ALMA
Desde la calle Nueva
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El templo de Santiago tiembla, las paredes se agrietan, la piedra se hace barro, las campanas enmudecen... El paso del tiempo, cruel e inexorable, hace mella en todo y en todos, excepto en el latir del corazón de un barrio que sale y arde en Jerez cada Miércoles Santo, dejando en el aire el aroma y el sentir más auténtico. Nuestro Padre Jesús del Prendimiento y María del Desamparo están sin techo, con la fría angustia del destierro. Pero doy fe de que no estuvieron solos. Su barrio, sus gentes, les abrigaron y les alentaron a cada paso en su camino pletórico de ilusiones y rezos que se repiten año tras año con inusitada devoción. En su solemne trayecto, la hermandad pasó por primera vez en su historia por la calle Nueva, en pleno corazón de uno de los barrios con más solera y embrujo de esta nuestra Andalucía. Allí, en la calle Nueva, mi corazón volvió a sentir esa bella inocencia de una niñez donde aún la conciencia no dudaba de las palabras. Uno se olvida de los prejuicios y se deja llevar por esa inmarchitable demostración de sus gentes.

Esas palmas que retumban de sus ventanas, esa lluvia de saetas con el quejío que sólo Jerez tiene y que alcanza sublimes cotas cuando nacen de la propia cuna del flamenco. Es la cultura de la sangre, que se desborda cuando tiene que ser. Uno, mientras observa ensimismado los andares del Prendi, se acuerda de toda esa cultura que el barrio da. En la mirada dulce y sufrida de la talla de La Roldana, se atisba un paseíllo humedecido torero de Rafael de Paula. En los contoneos de su túnica se reflejan las lentas verónicas de su capote que vuelan en el humo de sus faroles. En el compás del pisar de sus costaleros replican los cantares de Terremoto; el sonido de su olivo al viento susurra la voz de Sordera. El recuerdo de Tío José se cuchichea por las esquinas, y las letras de Luis de la Pica caen como pétalos de rosas en la madrugada. A todo eso huele el Prendi, lo lleva en sus manos atadas por su cordón dorado, en sus pintorescas cejas que parecen perdonarnos pecados secretos.

¿Cuánto te dicen y cuánto callas! En el sufrir de tu expresión morena que cuando túnica blanca llevas alcanzas la sublime belleza. Uno se cautiva por su duende, y se sumerge en el cariño de su barrio. La cultura de la sangre nos hermana, y eso es motivo de júbilo. Esos personajes como Tío Gutiérrez, un Paula por los cuatro costaos, el cariño del compás del Chícharo, el aire de Enrique El Zambo, de Fernando de la Morena... No, la Hermandad del Prendimiento no estuvo sola ni desamparada.



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