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Domingo, 16 de abril de 2006
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«Si me dejan, vendo hasta el piso para poder jugar»
Antonio Olivero, de 52 años, destaca el papel de la familia en su recuperación
«Si me dejan, vendo hasta el piso para poder jugar»
REHABILITADO. Antonio Olivero, con su mujer. / LA VOZ
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Las aguas están apaciguadas, pero no siempre fue así. El tormento de este funcionario se remonta a 1982 ,cuando comenzó su adicción. «Empecé prácticamente como cualquier jugador. Echas a una máquina y te toca un premio. Vuelves a probar una segunda vez y ocurre lo mismo. Así una y otra vez hasta que ves que pierdes más de lo que ganas pero que te crea una dependencia que te obliga a seguir jugando y a buscar dinero por donde sea para poder seguir el juego».

«La tarjeta de crédito no daba de sí. En más de una ocasión pides un crédito para hacer frente a lo que gastas en las máquinas», relata Antonio Olivero, de 52 años, casado y con hijas, quien vio cómo sucumbía su vida familiar, personal y laboral ya que «si me dejan, vendo hasta el piso para poder jugar».

«Hace cuatro años que me presenté en la asociación con la ayuda de mi mujer y mi vida cambió dando un vuelco de 180 grados al poder tener un mayor diálogo con mi mujer y mis compañeros de trabajo», apostilla quien hoy sabe que es una enfermedad. Por eso, ahora no se permite jugar ni al dominó porque tiene que estar a la defensiva con el juego ya que a la mínima puede recaer. Antonio reivindica un mayor autocontrol en los salones recreativos y la eliminación de la publicidad que incita a las personas a jugar, como sucede con los sorteos.



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