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Domingo, 16 de abril de 2006
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La provincia apuesta casi 400 millones de euros anuales en bingos, casinos y tragaperras
La media de gasto asciende a 338 euros por habitante, tan sólo superada en Andalucía por Málaga, Sevilla y Jaén Más de 300 jerezanos han solicitado ayuda profesional para abandonar el juego en los últimos siete años
«La ludopatía dura toda la vida». Las palabras del presidente de la Hermandad de Jugadores Anónimos de Jerez, revelan el dramatismo de una realidad oculta a los ojos de la sociedad, pero que no se escapa a la frialdad de las cifras.

A falta de los datos de 2005, las Estadísticas del Juego Privado en Andalucía señalan que los habitantes de la provincia jugaron 338 euros de media por persona a las máquinas tragaperras, al bingo y al casino en 2004. Y no paran de crecer. En la provincia se jugaron más de 302 millones de euros en 1998 mientras que en 2004 el monto era de 394 millones, datos que la colocan por detrás de Málaga, con 668.288.000 de euros, Sevilla, con 441.443.000 de euros y Jaén.

Es más, en los dos casinos de la provincia, situados en El Puerto y San Roque, el volumen de negocio fue en 2004 de 62.710.000 euros mientras que los dos malagueños aventajaron a los gaditanos con 241.798.000 euros. Si la cosa va de bingos, la provincia gana por goleada. Es la que más locales tiene. Así, sus 19 establecimientos tuvieron un volumen de negocio de 123.850.000 euros .

Mientras, en las máquinas tragaperras la cosa pinta también muy parecido. Su volumen de negocio crece año a año en número de máquinas de ahí que se pasase de 4.599 máquinas en 1997 frente a las 5.506 que hay a día de hoy. Por esa razón, los datos son apabullantes. En los dos casinos el volumen de negocio fue de 62,71 millones de euros mientras que en los 19 bingos los gaditanos apostaron 123,85 millones de euros, a lo que se suma lo gastado en las tragaperras, 207,55 millones.

Cifras que dan vértigo, pero que sugieren que más de uno tiene un problema de adicción. De ahí que un total de 126 personas de la provincia hayan acudido a los diferentes entes administrativos para darse de alta y prohibir así su propia entrada a los casinos, según la Memoria del Ministerio de Hacienda del año pasado, que refleja que 32.574 españoles no pudieron acceder a los casinos y otras 23.182 a los bingos.

Sin embargo, la posibilidad de prohibir la propia entrada en los recintos de juego cuenta con varias particularidades. En algunas ocasiones, una persona se da de alta para no entrar en bingos o en salas de juego, pero sí en los casinos. O también, tiene el derecho de denunciarse y no acceder a las salas de su propia comunidad, pero no en otras. Así, puede acudir al bingo en su lugar de vacaciones.

Prevención

Habitualmente las personas que deciden denunciarse, es decir, pedir al Estado su no admisión en este tipo de lugares, sufren ludopatía y prefieren prevenir el riesgo de no controlar su enfermedad en un momento dado. Un procedimiento que es muy sencillo basado en rellenar una serie de formularios a los que se añade una fotocopia del DNI.

La enfermedad es difícil de tratar, como coinciden los expertos en la rehabilitación de personas adictas al juego, que ven que cada día hay un alto porcentaje de abandonos. «En los últimos siete años, más de 300 personas han pasado por la asociación, pero sólo tratamos ahora 25», señala Pepe, presidente la Hermandad de Jugadores Anónimos de Jerez, el cual prefiere no dar su apellido. «Y lo peor, son las recaídas», recalca el presidente de la asociación jerezana.

El abandono se repite en toda la provincia, como señalan en la Asociaciación de Jugadores de Azar en Rehabilitación del Campo de Gibraltar, fundada en 1992, que atiende de media a 100 personas cada año.

De ellos, el 40% abandona la terapia antes de tiempo. «Muchos lo hacen porque la distancia es grande, pero cualquier excusa es buena para abandonarla; sin embargo, lo curioso es que muchos de los que se marchan vuelven al año, después de estar seis meses en terapia peor de lo que estaban», asegura la presidenta de la institución, Marta Ortiz, quien apunta que una persona es dada de alta después de dos años de tratamiento.

En realidad, hay que distinguir entre jugadores sociales y patológicos. «El juego patológico se caracteriza por la falta de satisfacción que provoca en los usuarios, quienes no son conscientes de su dependencia hasta que ya es demasiado tarde, más placer que les proporciona el evadirse de sus problemas cotidianos», según apunta Ortiz.

Para ayudar a estas personas nació la asociación, una entidad con vocación altruista que se nutre principalmente de voluntarios.

Ellos organizan las terapias y relatan sus experiencias como ludópatas a los demás, lo que «les hace enfrentarse a su propio espejo al ver como su compañero refleja su historia».

Adicciones y perfil

La tarea de la rehabilitación es compleja porque la ludopatía suele estar rodeada de otras adicciones que agravan la situación, ya que muchos vienen con problemas de alcoholemia, drogas o un entorno familiar complicado, lo que facilita el abandono de la terapia.

Entre los grupos más proclives a caer son los hombre de 31 a 40 años, pero ambos responsables coinciden en destacar el aumento de ingresos de jóvenes y lo achaca a las «salas de juego y a la facilidad de entrar en los casinos y las máquinas de internet».

Las cifras de las asociaciones no mienten. «Tratamos a chavales con 18 años», destaca Pepe. Además, el incremento de mujeres ludópatas es otra realidad, pese a que todavía hay una clara desproporción con respecto a los hombres.

«Lo que sucede es que la mujer está peor vista que los hombre en este asunto, mientras la sociedad sigue viendo la ludopatía como un vicio y no como una enfermedad», subraya Marta Ortiz.



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