Más no se le puede pedir al Villarreal. Ha dado toda una lección de fútbol a un Inter de Milán que ha tenido que escudarse en su habitual dureza. Guiado por un magistral Riquelme, el conjunto de Pellegrini ha ganado por 1-0 gracias al gol de Arruabarrena y que le otorga, por pirmera vez en su historia, el billete para las semifinales de la Liga de Campeones. En la otra eliminatoria, el Milán ha dado la vuelta al partido ante el Olympique de Lyon de forma 'in-extremis' y espera a Barça o Benfica.
Ambos equipos parecieron saltar al terreno de juego con los primeros minutos del partido de ida en la memoria y tomaron muchas precauciones defensivas para no recibir un gol rápido que pudiera dificultar las opciones de uno y otro de alcanzar las semifinales. Poco a poco, el conjunto castellonense fue igualando el partido, que cobró una gran intensidad por la lucha de los dos conjuntos en la medular, sobre todo en tareas defensivas, por lo que apenas hubo ocasiones de gol en ninguna de las dos porterías.
En los últimos minutos, el Villarreal buscó con más fe la portería de Toldo en un par de acciones personales de Riquelme, aunque ambos equipos dieron por bueno el empate al descanso y parecieron dejar para la segunda parte la resolución de la eliminatoria. El Villarreal salió más enchufado en la segunda mitad y en los primeros minutos tanto Jose Mari como Riquelme pusieron en más apuros al guardameta italiano que en toda la primera parte.
Los de Pellegrini pusieron una marcha más al partido y salieron decididos a no esperar más para ir en busca del gol y este no tardó en llegar. Una falta frontal al área del Inter permitió a Riquelme sacar a relucir el guante que tiene en su bota y poner un balón perfecto a Arraubarrena, quien peinó de cabeza lo suficiente para burlar la salida de Toldo y marcar para poner la eliminatoria en favor del Villarreal.
En plena avalancha castellonense, el árbitro griego no vio un penalti clarísimo de Materazzi a Sorín, al propinarle el defensa italiano un espectacular codazo al centrocampista argentino, al que le abrió una brecha en el párpado del ojo, y que debió de acabar con el central del Inter expulsado. Pese a todo, el Villarreal no se descentró y comandado por un Riquelme excepcional seguía poniendo contra las cuerdas al conjunto de Roberto Mancini. La estrechez del marcador era el único peligro para un Villarreal que, al igual que los casi 50.000 habitantes de esta pequeña localidad castellonense, estalló en júbilo cuando el colegiado pitó el final del partido y certificó el pase a las semifinales.