toros
El Fandi y Ponce salen por la puerta grande en la reaparición de Cayetano
El diestro madrileño corta una oreja y recibe la ovación del público en el coso jerezano
Corrida con tres figuras del toreo, una de ellas Cayetano, que reaparecía. Y corrida con toros sin casta, sin fuerza y sin poder. Los dos primeros tercios se reducen a un apresurado proceso que haya que cumplirse cuanto antes. Con la única finalidad de que el torero se ponga a dar muletazos mientras más pronto mejor. Por supuesto que queda obviada la suerte de varas, tercio que, por desgracia, se ha convertido en un ominoso trámite, en una enojosa obligación de la que hay que salir de forma rauda. Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que el encuentro del toro con el caballo constituían el verdadero eje de la lidia y en los que los picadores eran reconocidos como auténticos héroes para los aficionados. Buenos aficionados para los que el astado, su presencia, su poder y su bravura, eran lo más importante del espectáculo. Pero el público, que es soberano, parece que disfruta con festejos como este que nos ocupa y hasta solicita trofeos y aplaude lo que sucede.
Un colorado, muy mermado de fortaleza y muy al límite de la casta, inauguró el festejo. Antes de recibir un leve picotazo, como triste simulación de la suerte, ya se había caído varias veces. Y como era de esperar, llegaría mortecino y claudicante al último tercio. Pero muy noble y muy suave, cualidades estas, muy valoradas por toreros y público en general. Ante tal cuadro, Enrique Ponce, maestro veterano, se hartó de dar pases a media altura y hasta fue capaz de imprimir cierto toque de plasticidad a su anodina labor. Mayor cota estética alcanzaría con el boyante cuarto toro que le regaló más y mejores embestidas, en faena basada en el toreo en redondo, cuyos muletazos se sucedían ligados y con armonioso trazo. Las sendas estocadas conseguiría Ponce un trofeo de cada oponente.
Cayetano, en plena faena en el coso jerezano. / F. Jiménez
Recibió El Fandi a su primer enemigo con largas cambiadas y lo condujo al caballo con un luminoso aleteo por lopesinas. Y antes de que el toro entrase en jurisdicción de la cabalgadura ya había solicitado el cambio de tercio. Con ambos astados de su lote mostró su poderío físico y sus excelsas cualidades de fácil rehiletero en variados y reunidos tercios de banderilla. El animoso diestro dio comienzo a su primer trasteo de hinojos, pero cuando ya en posición erguida procedió a intentar el toreo fundamental, su oponente, ayuno por completo de casta, dio ya por finalizado su escaso interés en perseguir el engaño. A partir de entonces, solo habría mucha música de la incansable banda y un intento tan continuado como frustrado de armar faena.
Muy pocas fuerzas y aún menos raza presentaría el quinto de la suelta, animal del que El Fandi anduvo merodeando un tiempo excesivo, a tenor del poco lucimiento que podía extraer. Cansina y maratoniana faena ante enemigos lastimosamente disminuido de brío y de acomitividad. Pero que no constituiría óbice para que tras una estocada certera, el respetable solicitase con vehemencia hasta un doble trofeo.
Con unas verónicas trazadas sin excesivas apreturas, reaparecía Cayetano tras dos temporadas alejado de los ruedos. En el caso de este tercer toro de la tarde, no es que se simulase la suerte de varas, es que directamente no se picó. Unos pases por bajo iniciales, dibujados con torería y empaque, y dos tandas de derechazos ligados constituyeron los exiguos episodios que alcanzaron cierto relieve en su dilatado trasteo de muleta. El toro se fue apagando de manera paulatina y con él el nivel de la faena.
Cayetano brinda el toro a su novia Eva González. / F. Jiménez
Cargada la suerte y flexionada la pierna contraria, Cayetano esculpió bellas verónicas de recibo al sexto de la suelta, al que llevaría bajo el caballo con un garboso galleo por rojerinas. Tras este florido preludio capotero y después de brindar el toro a su novia, Eva González, dio comienzo a su labor muleteril con una sucesión de pases de rodilla. Pero no constituía su enemigo ningún dechado de bravura ni de poderío, antes, al contrario, su tracción se antojaba escasa y su transmisión, nula. No obstante, Cayetano se mostró firme, sereno y relajado en esta tarde de su vuelta a los cosos hasta el punto de trazar bellos y cadenciosos muletazos sueltos en una pundonorosa labor. Un pinchazo y una estocada pusieron fin a su actuación.