A los leones
Alberto San Juan, premio Goya al mejor actor, ha dicho que «la Iglesia es una catástrofe que insiste en jodernos la vida», añadiendo que lo conveniente es «disolver esa cosa llamada Conferencia Episcopal Española». Hace bastantes años Andreu Nin, colega ideológico del premiado, dijo algo parecido, concretamente que «la mejor manera de resolver el problema de la Iglesia es no dejando en pie ni una sola».
Actualizado: GuardarAmbos parecen convencidos de que la desaparición de la Iglesia es condición necesaria para que pudiera triunfar su utopía comunista, pero lo relevante es que mucha gente sigue pensando de forma similar: cuanta menos religión y no digamos Iglesia, más libertad y más sociedad civil, de manera que el Estado de Derecho es percibido como el triunfo de la libertad frente al oscurantismo religioso.
Pero a los que piensan así se les olvida que el proceso ha sido a la inversa. Es dentro de las sociedades cristianas donde han nacido de forma natural las sociedades democráticas, porque cristianismo y sociedad occidental son tan consustanciales uno con la otra que como explica Chabod en su Historia de las Ideas de Europa, «somos cristianos y no podemos dejar de serlo aunque ya no seamos practicantes, porque el cristianismo ha modelado de tal forma nuestro modo de sentir y pensar, que ni siquiera los llamados librepensadores pueden escapar a esta suerte común del espíritu europeo».
En fin, nadie cuestiona el derecho de agnósticos y ateos a manifestarse como quieran, pero precisamente por ello es justo que quienes tenemos creencias religiosas también podamos hacerlo.
Es más, lo honesto es mostrarnos a los demás como somos, ya que pretender que un dato tan esencial de nuestra identidad quede circunscrito a la intimidad de la persona es en realidad un absurdo, porque ningún creyente puede limitar sus creencias sólo a su vida íntima; por el contrario, aquellas impregnan todos nuestros actos, o al menos deberían. Por esta razón, la Iglesia ni puede ni debe dejar de orientar a los cristianos sobre la congruencia de las opciones políticas con el mensaje cristiano. Aunque esto irrite al actual Gobierno.