Sacan a la fuerza al expresidente Hu Jintao del Congreso del Partido Comunista de China

Extraño y tenso incidente en la clausura del cónclave, en el que Xi Jinping ha ordenado que se llevaran a su antecesor, quien se ha resistido incrédulo durante un minuto

Acaba el Congreso del Partido Comunista que eleva a Xi a la altura de Mao

El expresidente de China Hu Jintao se resistió a marcharse del Congreso del Partido Comunista, como había ordenado Xi Jinping pablo m. díez
Pablo M. Díez

Pablo M. Díez

Corresponsal en Pekín

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Ya se sabía que el XX Congreso del Partido Comunista de China iba a escenificar la coronación de Xi Jinping como el dirigente más poderoso desde Mao. Pero lo que nadie podía esperar es que iba a suponer, además, la defenestración pública de su antecesor, Hu Jintao, y la liquidación de su legado ante los ojos de todo el mundo. En un momento sorprendente que está dando mucho que hablar y quedará para la historia, Hu Jintao fue sacado a la fuerza de la sesión de clausura ante los 2.300 delegados congregados en el Gran Palacio del Pueblo y la prensa china e internacional.

El incidente, extraño y lleno de tensión, tuvo lugar justo cuando se acababan de abrir las puertas para los periodistas y las cámaras, que llevaban más de una hora esperando a que terminara una reunión a puerta cerrada. Mientras los reporteros se colocaban en la segunda planta del anfiteatro para seguir el resto de la sesión y tomar imágenes, Xi presidía el estrado acompañado de la cúpula del Partido. Sentado a su izquierda, Hu Jintao toqueteaba una carpeta con documentos y el número tres del régimen y presidente de la Asamblea Nacional, Li Zhanshu, intentaba sujetarle las manos con una sonrisa comprensiva por su avanzada edad, 79 años, y su deteriorado estado de salud.

Pendiente de la escena, Xi Jinping giró levemente la cabeza hacia su izquierda e hizo una señal a uno de sus ayudantes, que acudió de inmediato. Tras comentarle algo al oído, el hombre, sorprendido, señaló con su índice a Hu Jintao y a una salida y Xi asintió. A continuación, vino un bedel y Xi volvió a repetir la orden, esta vez con gestos decididos con su mano derecha. Al oírle, a Hu Jintao se le cambió el rostro y se mostró perplejo. A su lado, tanto Li Zhanshu como Wang Huning, ideólogo del régimen, también se quedaron estupefactos mientras el bedel levantaba a Hu de la silla.

Tensión

Resistiéndose a marcharse, Hu Jintao miraba incrédulo a Xi Jinping. Durante más de un minuto, en el que el bedel le sujetaba el brazo y le indicaba la salida, el expresidente trató de volver a sentarse para permanecer en la reunión, en la que se iban a votar las reformas a los estatutos del Partido propuestas por Xi Jinping. De hecho, incluso le interpeló directamente para quedarse y ambos se dirigieron unas miradas que lo decían todo: mientras Hu Jintao le clavaba los ojos, sorprendido por tener que irse, Xi Jinping le contemplaba con condescendencia, sin perder en ningún momento la compostura pero sin ceder a sus ruegos.

Tratando de zafarse del bedel, que lo agarraba con fuerza del brazo, Hu se resistía. Aunque parecía confundido porque su salud está muy delicada, era evidente que no quería marcharse. Mientras el ayudante de Xi y el bedel le insistían indicándole la salida, el número tres, Li Zhanshu, se secaba el sudor azorado y Wang Huning miraba con la boca abierta. Ante la negativa de Hu a salir de la sala, Li Zhanshu intentó levantarse para interceder por él, pero Wang Huning, a su lado, le tiró de la chaqueta para que se sentara y no interfiriera. En unos segundos que parecieron interminables, un conmocionado Hu siguió discutiendo con el bedel. Pero, finalmente, no le quedó más remedio que largarse.

Al irse, le dijo algo a Xi Jinping, quien le contestó sin apenas mirarle. Escoltado por el bedel y el ayudante, Hu posó su brazo sobre el hombro del primer ministro, Li Keqiang, quien era su favorito para sucederle como presidente hace diez años, pero quedó por detrás de Xi. Cabizbajo, Hu Jintao pasó ante sus antiguos camaradas, entre ellos quien fuera su primer ministro, Wen Jiabao, que ni siquiera se volvió para mirarle y mantuvo la vista fija al frente. En primera fila del estrado, toda la cúpula del Partido permaneció impasible mientras se llevaban a Hu.

Debido a la tensión del episodio y la presencia de las cámaras chinas y de todo el mundo, podría tratarse de una purga pública. Mientras los analistas internacionales intentaban explicar el extraño incidente con distintas teorías, la censura ocultaba el incidente en la prensa china. Saliendo al paso del revuelo que esta inaudita expulsión ha desatado en todo el mundo, la agencia estatal de noticias Xinhua justificaba ya de noche que la marcha de Hu se debía a su mala salud y a que sufría una indisposición, pero ya se encontraba mejor. Si ese es el motivo, la actitud de todos los presentes, empezando por Xi, fue de lo más fría y nadie dio ninguna explicación pública.

Al abandonar por la fuerza el Congreso, Hu Jintao posa su brazo sobre el hombro del primer ministro Li Keqiang, su favorito para sucederle hace una década pablo m. díez

Alarde de fuerza

Este desalojo de Hu Jintao es solo el último desaire de su sucesor contra su figura y su legado. Ya sea por motivos políticos o por su mala salud, el incidente ha roto todas las normas del protocolo y, lo que es más importante en China, el respeto a los mayores. La imagen de un delegado y un bedel sacando a tirones a un anciano de 79 años, cuya salud es muy frágil pero se resiste a marcharse, revive los fantasmas de las purgas durante la época de Mao. Además, la presencia de los medios hace sospechar que Xi Jinping ha querido hacer un alarde de fuerza y darle una lección a Hu.

Esta animadversión no es nueva ni parece provocada por un incidente menor. Ya en la inauguración del Congreso el domingo pasado, Xi se despachó a gusto contra él en su discurso, recordando que «hace diez años había problemas a los que no se quería hacer frente». En concreto, se refería la corrupción rampante y a la relajación ideológica durante el mandato de Hu Jintao, entre 2002 y 2012 como secretario general del Partido Comunista y entre 2003 y 2013 como presidente de la República Popular.

Para acabar con aquella época disoluta, que sin embargo hacía que la economía fuera como un tiro, Xi Jinping lanzó una feroz campaña anticorrupción nada más tomar el poder en 2012. Entre los casi cinco millones de funcionarios y cuadros purgados desde entonces, destacan los más estrechos colaboradores y altos cargos de Hu Jintao.

Tras su salida, todos los delegados alzaron su brazo a favor de las enmiendas presentadas y no hubo ni un voto en contra. Al son de ‘La Internacional’, Xi Jinping se coronó como el mandatario más poderoso desde Mao y con una silla vacía a su lado que simboliza su poder absoluto en China.

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